LLEGÓ LA HORA DE MOVILIZARSE TRAS
LA LIBERTAD
Ninguna de las vías que establece la Constitución
para resolver de cuajo esta tragedia, posee virtudes mágicas y es suficiente
por si misma para resolverla. Ante cualquiera de ellas, el régimen encontrará
los subterfugios para inutilizarla. Sólo el poder de un pueblo unido por su
base y movilizado tras una meta trascendental e irrenunciable – la reconquista
de nuestra Libertad – está en capacidad de desalojar a la dictadura y sentar
las bases para un futuro renacimiento. Llegó la hora de movilizarse tras la
Libertad.
Antonio Sánchez García @sangarccs
La tragedia del pueblo
venezolano se precipita por sus carriles, desenfrenada y sin visos de
desenlace. Alcanza una dimensión aún no del todo desvelada, pero perfectamente
imaginable: hambre, insalubridad y miseria. Una grave crisis humanitaria, como
Venezuela jamás la viviera. Por primera vez en su historia, los venezolanos
están pasando hambre. Y la muerte puede pasearse a sus anchas entre las filas
de una sociedad inerme y abandonada a su suerte: más difícil que encontrar
arroz o harina, azúcar o aceite, es encontrar antibióticos o antidepresivos. El
país se desbarranca, sin control ni medida. A falta de todo gobierno, las
fuerzas que sobreviven actúan a sus anchas: los comerciantes hacen su agosto,
los bachaqueros el suyo, el malandraje se apoderó del país. Y nadie,
absolutamente nadie se ocupa de ordenar el desmadre. Hemos llegado al
terrorífico territorio de las catástrofes: la nada y el sálvese quien pueda.
La Encuesta Keller del segundo trimestre ha permitido un vistazo al
ánimo de la población. El panorama es literalmente desolador y terriblemente
preocupante: el peor que haya vivido Venezuela en su historia democrática. Las
circunstancias objetivas y subjetivas están dadas como para que explote una
insurrección popular, de dimensiones y alcances muchísimo más devastadoras que
el Caracazo del 27 de febrero de 1989 y/o se desate un golpe de Estado que
reviva los peores recuerdos de hechos semejantes en Venezuela y América Latina.
Ante ambas perspectivas, unir al pueblo y darle una dirección combativa a sus
luchas tras el desalojo del régimen es la tarea prioritaria.
Si lo primero, la
insurrección, no ha sucedido aún, se debe al miedo ante el aparato represor del
régimen – una perversa combinación de policía, malandraje para policial y
fuerzas armadas venecubanas que copan y vigilan a todos los niveles
poblacionales – y a la ausencia de un factor subjetivo capaz de promoverlo,
organizarlo y dirigirlo. Los partidos se desangran en sus mezquindades
candidaturales y no piensan más que en sí mismos.
De allí la ausencia de un
liderazgo capaz de articular el gigantesco descontento popular – un 89% de los
venezolanos está contra Maduro y quisiera verlo lejos del poder - y ofrecer una
salida a la crisis, que es más, muchísimo más que un mero cambio de gobierno
dentro de las mismas coordenadas imperantes. Ante la dimensión apocalíptica de
la crisis ofrecerse sonriente de candidato presidencial demuestra una falta
absoluta de consciencia y grandeza políticas. No estamos al fin de un período
presidencial de cinco años, como hace veinte años: estamos ante el fin de un
ciclo histórico, al borde del abismo. No se trata, pues, de acopiar votos: se
trata de acopiar voluntades para emprender un gran cambio, un revolucionario
cambio sociopolítico. Única forma de darle un giro positivo al desastre que
sufrimos. No se trata de ofrecer candidaturas: se trata de ofrecer una
estrategia, un programa, una nueva democracia. Una nueva Venezuela. Que no está
al alcance de un proceso electoral sino de una gigantesca movilización
nacional. Exactamente como sucediera el 23 de enero de 1958.
Hemos vivido dos décadas
bajo las promesas de un cambio revolucionario que despertó las mayores
esperanzas, movilizó al país entero y contó con el Poder y los recursos más
extraordinarias de nuestra historia. Hoy agoniza, al cabo de los mayores
estupros y la más cruenta estafa política vivida por Venezuela desde su
independencia. Pero debemos tenerlo claro, en momentos que nada es más
peligroso que el auto engaño: si el chavismo prácticamente ha desaparecido como
esperanza del cambio en Venezuela y su líder actual, Nicolás Maduro, es
rechazado por el 89% de la ciudadanía, no se debe en lo absoluto a la acción
opositora de AD, de PJ o de los restantes partidos a ellos subordinados. Por lo demás, sin la acción de la llamada
SALIDA, vale decir, de Voluntad Popular, Vente Venezuela y Alianza Bravo
Pueblo, pero por sobre todo de Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio
Ledezma, los tiempos de la crisis se hubieran retardado a gusto de la
dictadura. Los viejos y nuevos partidos del establecimiento opositor se habían
acomodado a la espera de las elecciones presidenciales del 2019. Pero el abismo
al que ha descendido el régimen en la apreciación general tampoco se debe a
ellos. Ha sido la obra desquiciante y devastadora de la propia dictadura. Murió
como Chacumbele: ella mismita se mató. Pero como las fieras moribundas: muestra
sus peores instintos.
Ante sus despojos y el
aterrador vacío político generado por la falta de gobierno, de una parte, y la ausencia de dirección opositora, por la
otra, se verifican dos fenómenos, que
reflejan la hondura de la crisis: la inexcusable y extemporánea pretensión candidatural
de los líderes de AD y PJ, por una
parte; y la incomprensible y criminal pasividad de las fuerzas armadas ante la
práctica disolución, disgregación y caos de la República, por la otra. Los primeros,
absolutamente inconscientes de la insólita gravedad del momento histórico que
vivimos, que requiere de grandeza, generosidad, desprendimiento e inteligencia
de parte del liderazgo democrático para ir hacia la constitución de un
auténtico gobierno de Unidad y Salvación Nacional, con participación de los
mejores hombres, civiles y uniformados, con que cuenta la República. Para
dirigir un proceso de reconstrucción nacional, de reinstitucionalización de la
República y de pacificación de la sociedad, que permitan el retorno hacia el
Estado de Derecho y la Democracia Social. El segundo fenómeno se refiere a la
insólita pasividad de nuestras fuerzas armadas en liberarse del laberinto de
iniquidades en que las comprometiera Hugo Chávez en contubernio con los Castro
y la evasión de sus obligaciones constitucionales ante la práctica disolución
de la República. Pero por sobre todo, para imponer la sagrada integridad de
nuestra soberanía y salvar a la Patria del hundimiento.
Ninguna de las vías que
establece la Constitución para resolver de cuajo esta tragedia posee virtudes
mágicas y es suficiente por si misma para resolverla. Ante cualquiera de ellas,
el régimen encontrará las trácalas, los subterfugios y las triquiñuelas para
inutilizarla. Sólo el poder de un pueblo unido y movilizado tras una meta
trascendental e irrenunciable – la reconquista de nuestra Libertad – está en
capacidad de arrasar con la dictadura y sentar las bases para un futuro
renacimiento. No comprenderlo es un crimen de lesa humanidad.
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