lunes, 31 de octubre de 2016

Realismo, esperanza y fe

DESDE EL PUENTE

Oswaldo Álvarez Paz



 


REALISMO, ESPERANZA Y FE

Saludamos con fe y esperanza la presencia de El Vaticano, en la
persona del Nuncio Apostólico de Su Santidad en Buenos Aires, entre
nosotros. Con reuniones plurales o por separado y aún sin ellas, a
estas alturas debe tener noticias exactas de la dura y peligrosa
realidad venezolana. Todos los esfuerzos para evitar que esta etapa
final de la confrontación entre los demócratas y la tiranía pueda
culminar con indeseables derramamientos de sangre, son bienvenidos. No
se perderán. Hemos tenido suficiente, aunque no estén directamente
vinculados a la controversia política. Pero ya basta.

El cambio necesario necesita de un indispensable primer paso. La
revocatoria o la destitución de quien se desempeña como cabeza del
poder ejecutivo. De allí se derivarían las consecuencias necesarias
para legitimar las instituciones que se han apartado de sus
obligaciones y deberes para convertirse en instrumentos de la tiranía,
para retener el poder y continuar en esta insólita acción destructiva,
conservar los bienes mal habidos y traten de cumplir a cabalidad el
mandato castro-chavista hacia un socialismo del siglo XXI, más
fracasado que todas las experiencias del siglo XX, incluida la cubana.

El régimen ha cerrado toda posibilidad de alcanzar ese primer paso
para el cambio al impedir el referendo revocatorio este año y, según
algunos de sus voceros, también el año próximo. Además de eso, violan
descaradamente la Constitución al negarse convocar las elecciones de
gobernadores y Consejos Legislativos Estadales. A los actuales se les
vence el período a finales de año y deberían celebrarse en diciembre a
más tardar. Es decir, bloquean y cierran el pacífico camino electoral
mediante el cual debería expresarse el pueblo, depositario de la
soberanía nacional. La debería ejercer mediante el voto. “¿Elecciones
para qué”? dijo Fidel Castro hace unos cuantos años en presencia de
varios líderes latinoamericanos domesticados por su carisma. La
interrogante es clave en un régimen socialista a la cubana, aunque los
resultados estén siendo peores para el día de hoy a esta hora.

Sin Constitución que valga, sin ordenamiento jurídico estable y
respetado por todos, con instituciones como el Tribunal Supremo de
Justicia o el Consejo Nacional Electoral en estado de putrefacción y
de actuaciones ajurídicas para atender las órdenes de los jerarcas,
para sólo mencionar algunas y una situación social y económica
increíble e injustificada, nos preguntamos qué debemos hacer para
estar a la altura de las exigencias de esta hora.

Ningún demócrata puede cruzarse de brazos. Civiles y militares tenemos
que organizarnos para ponerle punto final a este régimen. Cualquier
violencia callejera, física contra personas naturales o jurídicas, o
institucional es de la exclusiva y excluyente responsabilidad de la
tiranía.

Lunes, 1° de noviembre de 2016

Maduro, la partida y la nueva plasta del TSJ

El Calabozo de la Libertad

MADURO, LA PARTIDA
Y LA NUEVA PLASTA DEL TSJ


Por: Gustavo Azócar Alcalá

@gustavoazocara



Nunca olvidaré aquel discurso de Hugo Chávez, el 17 de junio de 2002: “Así lo digo ante el mundo: esos once magistrados que votaron esa decisión no tienen ningún tipo de moral para tomar ninguna otra decisión. No tienen moral. Son unos inmorales. Y creo que habrá que publicar un libro con sus rostros. Con sus caras. Para que el pueblo vea quienes son porque además se fueron de vacaciones. Ellos pusieron la plasta que pusieron y se fueron de vacaciones. Porque lo que pusieron fue una plasta”.

Quienes lean estas líneas fuera de Venezuela, se estarán preguntando, con toda razón, ¿Qué es una plasta?. Recuerdo que en aquella oportunidad, tras el incendiario e irrespetuoso discurso del comandante, unos colegas periodistas de Buenos Aires, llamaron por teléfono para que les explicara con lujo de detalles lo que era una “plasta”. Confieso que no fue fácil. Me costó trabajo encontrar las palabras precisas para decir el significado sin caer en lo vulgar. Mi explicación partió de un pasaje de la novela El Coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez: Y mientras tanto qué comemos -preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía-. Dime, ¿qué comemos?. El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: Mierda”.

Aquel discurso de Chávez, tenía que ver con la sentencia emitida por el TSJ en la que dictaminó que no hubo Golpe de Estado en abril de 2002. El líder del golpe del 4 de febrero de 1992 nunca aceptó aquella sentencia y desde aquel mismo instante, emprendió una batalla política para acabar con el TSJ y lograr el control del máximo tribunal del país, para atiborrarlo de abogados fieles a la revolución que emitieran decisiones acordes con lo que su gobierno deseaba. Maduro aprendió la lección de su padre político, y fue así cómo en diciembre de 2015, dio la orden a la Asamblea Nacional presidida por Diosdado Cabello de nombrar “magistrados express” que estuvieran dispuestos a meter las manos en el fuego para defenderlo.

Esa es la razón por la que desde diciembre de 2015, tenemos un TSJ convertido en bufete de Miraflores. No tenemos un Tribunal Supremo de Justicia. Tenemos una oficina de asesoría jurídica y legal para Maduro y su combo. ¿Quién puede detener las sucesivas sentencias del TSJ que violentan la voluntad del pueblo venezolano y que dan soporte y oxigeno al moribundo gobierno de Nicolás Maduro? ¿Cómo podemos luchar contra unos abogaduchos que, violentando la ley, mal interpretando la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela a su antojo, publican sentencias que sólo buscan impedir que la gran mayoría de los venezolanos concreten su anhelo de sacar del Palacio de Miraflores al peor Presidente que hemos tenido en los últimos 50 años?

Los jueces (la palabra magistrados les queda muy grande) que integran el Tribunal Supremo de Justicia, la mayoría de los cuales fueron designados entre gallos y medianoche en las últimas sesiones de la Asamblea Nacional dominada por el PSUV, en diciembre de 2015, han venido cumpliendo a cabalidad el rol que les fue encomendado por Nicolás Maduro: detener todo intento opositor y democrático para sacar al país de la grave crisis económica, social, política y moral por la que atraviesa esta nación desde 2013 e impedir la salida del poder del ex chofer del Metro de Caracas que se encuentra ejerciendo la Presidencia de la República por un error histórico iniciado por Hugo Chávez en diciembre de 2012 cuando lo designó como su sucesor.

Los jueces del TSJ, según publicó recientemente el abogado José Vicente Haro, han emitido al menos 35 sentencias que violentan el ordenamiento jurídico venezolano, limitando las funciones de la Asamblea Nacional, derogando la participación ciudadana, desconociendo la voluntad popular y consolidando en el poder a un gobierno que se encuentra con el sol en la espalda, y con el rechazo de casi el 80% de toda la población. Para decirlo en el lenguaje coloquial de Hugo Chávez: los jueces del TSJ han puesto no una, sino 35 plastas en lo que va del año 2016. 

La primera gran plasta del TSJ madurista dejó sin representación popular en la Asamblea Nacional al estado Amazonas, al anular la juramentación de sus 4 diputados, tres de ellos pertenecientes a la MUD. Por primera vez en la historia democrática venezolana, un estado se queda sin su legítima fracción de parlamentarios en razón de que los abogaduchos del máximo tribunal del país decidieron un buen día dejar sin efecto una elección y no permitir, durante casi un año, que se hiciera un nuevo proceso electoral en esa región.
¿Con base en qué leyes los abogaduchos del TSJ le quitan al estado Amazonas su legítimo derecho a tener una representación en la Asamblea Nacional? Si hubiese ocurrido alguna ilegalidad en la elección de los diputados de Amazonas (que no la hubo) lo correcto debió haber sido no sólo anular los comicios sino convocar inmediatamente a nuevas elecciones. Además, correspondía al CNE determinar si hubo o no hubo ilegalidades. Si el CNE entregó credenciales a los nuevos diputados amazonenses debe haber sido porque, ciertamente, allí no hubo ningún tipo de irregularidad. Lo cierto es que Amazonas tiene 10 meses sin diputados gracias a una plasta del TSJ.
De las 35 plastas que han puesto los abogaduchos del TSJ en los 10 meses que van de 2016, creo que el 95% tienen que ver con leyes y reformas aprobadas por la Asamblea Nacional. Eso quiere decir que, aunque parezca increíble, los 109 diputados opositores de la MUD en la AN, tienen la extraordinaria capacidad de haberse transformado en el mejor laxante para el máximo tribunal del país.  
La más recientemente plasta, puesta por el TSJ rojo rojito, tiene que ver con la supuesta doble nacionalidad de Nicolás Maduro. La Sala Constitucional acaba de dictaminar, que el ciudadano  Nicolás Maduro Moros, no es colombiano, sino más venezolano que la arepa, al señalar que “en primer lugar, consta en autos copia debidamente certificada de documento oficial contentivo del acta de nacimiento del ciudadano Nicolás Maduro Moros, remitida por el Consejo Nacional Electoral (CNE), signada al dorso con el número 2823, en la que se deja constancia que el ciudadano Nicolás Maduro Moros, nació en la ciudad de Caracas, para entonces, Departamento Libertador del Distrito Federal, parroquia la Candelaria, el 23 de noviembre de 1962”.
De acuerdo con la ponencia de Gladys María Gutiérrez, “las pruebas incontrovertibles acreditan con absoluta certeza que el prenombrado Jefe del Estado Venezolano, nació en la Ciudad de Caracas, para entonces, Departamento Libertador del Distrito Federal, Parroquia La Candelaria, el 23 de noviembre de 1962; y que, en fin, ha cumplido y cumple con los requisitos señalados en los artículos 41 y 227 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, para ejercer el cargo de Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela”.
El abogado Vicente González de la Vega analizó la más reciente plasta del TSJ y publicó en su cuenta en twitter que “es sospechoso que siendo la Sala Constitucional muy prolija en citar hasta a lapatilla.com en sus sentencias no transcriba la partida. La sala omite descaradamente citar el contenido de la partida de nacimiento de Nicolás Maduro, ni siquiera la identifica correctamente. Si la Sala Constitucional indicare el No. Tomo, fecha y lugar de inserción de la partida cualquiera la pudiera solicitar. Lo omitieron”

González de La Vega dijo que “la Sentencia omite hacer siquiera referencia a los nombres y nacionalidades de los padres de Maduro, elemento que no analizaron (…) La sentencia de la Sala Constitucional, lejos de resolver el tema, le ha hecho un flaco servicio a Nicolás Maduro. Es realmente un bodrio. Que la madre de Nicolás Maduro sea colombiana no lo convierte inmediatamente en colombiano a él, pero eso NO lo analizó la Sala Constitucional del TSJ. ¿Por qué? Esa sentencia deja más cabos dudas y cabos sueltos que problemas resueltos. A Nico no le hicieron ningún favor con ese bodrio”.

¿Cuántas plastas más planea poner el TSJ en lo que resta del año? Mi olfato periodístico me dice que hay otra “plasta” que viene en camino: la sentencia que tratará de impedir, contra viento y marea, que la Asamblea Nacional designe a los nuevos rectores del CNE. Eso quiere decir que debemos estar preparados. Las “plastas” del TSJ no se han terminado. Ahora es cuando falta. ¿Podrá la oposición democrática venezolana ponerle un parao a las sucesivas, constantes y reiterativas plastas que pone el TSJ?

SC. 30 de octubre de 2016

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Entre medios y fines

Entre medios y fines

Por Virginia Contreras

 

 

Diálogo debe haber pero cuando la oposición llegue a Miraflores lo contrario es destruir con los pies lo que se hizo con las manos

El pasado 24 de octubre la Asamblea Nacional de Venezuela (AN)  representada por mayoría opositora, por primera vez decidió reconocer la inexistencia del sistema democrático que establece la Constitución de la Republica (C.R). Esta circunstancia, en la cual el poder legislativo nacional definió categóricamente lo que sucede en el país, así como estableció los lineamientos a seguir para contrarrestar la  situación, no puede pasar desapercibida por nadie. Mucho menos por los propios diputados que tomaron tal decisión, ni tampoco por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), representada en el Parlamento venezolano y la cual agrupa a la mayoría de los partidos políticos opositores al régimen.

Entre las cosas que la AN decidió, debemos resaltar dos aspectos fundamentales. El primero,  (Acuerdo primero), la declaración de “Ruptura del orden constitucional y la existencia de un golpe de estado cometido por el régimen de Nicolás Maduro en contra de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y el pueblo de Venezuela”; el otro, referido a la convocatoria “al pueblo de Venezuela, en virtud de los preceptos constitucionales, en especial lo establecido en el art. 333 de nuestra Constitución, a la defensa activa, constante y valiente de nuestra Carta Magna, de la democracia y el Estado de Derecho, hasta lograr la restitución del Orden Constitucional” (Acuerdo noveno).

Muchas otras acciones se han derivado de la referida decisión; entre ellas la creación de una comisión especial designada el mismo día de la sesión, a fin de preparar "el inicio al estudio de responsabilidad penal, responsabilidad política y abandono del cargo" del Presidente Maduro. Como consecuencia de esto, el martes pasado la AN acordó la apertura de un juicio político en contra del mandatario, a cuyo efecto fue citado a una sesión especial para que responda a los señalamientos en su contra. Indistintamente que sea más que obvio que este no acudirá a dicha sesión, y que la apertura del juicio político no será revalidada por las demás instituciones que establece la C.R para lograr la destitución del gobernante, es evidente que la imagen de este, por mucho que se empeñe en disimular, está más que dañada y que esto repercutirá en los sentimientos encontrados que muchos chavistas manifiestan en su contra, debido a la terrible situación en la cual ha sumido al país.
Otra de las acciones ejecutadas como consecuencia del acuerdo parlamentario, fue la convocatoria por parte de la MUD a una manifestación pacífica para el pasado miércoles, en la cual los ciudadanos rechazaron la decisión de algunos tribunales del país de anular el 1 % de las firmas que habían sido recolectadas como requisito para la realización del referéndum revocatorio.

Tal y como era de suponer, la presencia de los venezolanos en las calles de la capital fue masiva. Estos una vez más le demostraron al mundo, que cuando se convoca a la sociedad civil esta está más que presente, incluso bajo la amenaza y el temor que significa hacer vida política activa en un país en donde organizaciones civiles afectas al oficialismo, las fuerzas policiales y militares y las bandas criminales hacen vida común y solidaria. El éxito de la marcha fue tal, que ese mismo día la organización política MUD convoco a un paro cívico nacional para el pasado viernes, el cual según las tomas realizadas en el territorio nacional resulto igualmente exitoso. De igual forma la MUD  acordó una nueva marcha para el próximo 3 de noviembre, la cual sería dirigida hasta el Palacio de Miraflores, sede del poder central.

Todas estas circunstancias mencionadas anteriormente, hacían presagiar el inicio de la última etapa de lo que significaría la reunificación de todas las fuerzas democráticas del país en la lucha por recobrar su libertad. No obstante a 24 horas de haberse realizado la memorable sesión, sorprendió la información respecto a que el gobierno y la oposición habrían acordado iniciar un diálogo para buscar salida a la  crisis política y económica del país.  La información fue tan contradictoria si consideramos la magnitud del acuerdo tomado por la A.N, que líderes de la oposición venezolana, así como el propio presidente de la A.N, manifestaron su desconocimiento del referido dialogo en el cual participaría incluso un delegado del Vaticano. Lo curioso de esta situación es que horas después, las mismas personalidades que negaban el dialogo, hacían malabares verbales para explicar que si habían tenido conocimiento del mismo y que participarían en este. Tal y como es del conocimiento público el dialogo no solo es cierto, sino que está previsto se realice este domingo en la ciudad de Caracas.

Las preguntas que muchos venezolanos se hacen en relación con estas nuevas negociaciones,  las cuales han retumbado en la comunidad internacional- aun cuando públicamente algunos gobiernos hayan manifestado su aquiescencia-  van sumidas en el desconcierto. ¿Cómo es eso, que después de tan exitosas acciones, en las cuales por primera vez en muchos años parecía apreciarse claridad en cuanto a la situación real del país y a la manera de resolverla, los mismos que han actuado de manera tan positiva decidan dialogar con el Gobierno? Se preguntan casi al unísono.

Para aquellos que han venido abogando por la posibilidad de una salida pacífica a la crisis, dicha salida pasa necesariamente por la existencia de un dialogo. Sin duda alguna que en circunstancias normales esta debería ser una herramienta fundamental. Pero en los actuales momentos, en los cuales la oposición política ha logrado el inicio de una verdadera comunión con la sociedad civil, demostrando además el conocimiento de la realidad, así como abriendo importantes compuertas para tratar de restablecer el régimen de libertades en el país, lo último que podría esperar esa misma sociedad civil a la cual se le está convocando a la participación en un movimiento de resistencia para restablecer el orden constitucional (Art.333 C.R), es que vengan a sentarse unos y otros como si nada de lo que sucedió la semana anterior hubiera pasado.

La convocatoria a un dialogo siempre debe de existir sobre la mesa, pero la materialización del dialogo -como bien lo conocen los negociadores- se ejecuta, no cuando el oponente lo desea, sino cuando el contendor sabe que posee toda la fortaleza necesaria para impulsar la balanza a su favor, o por lo menos para igualarla. Un dialogo en el cual el Gobierno Nacional goza de todo el poder de la fuerza, y de la influencia en todos los poderes del Estado, con excepción del legislativo, al cual incluso desconoce oficialmente su existencia, carece de lógica y de sentido estratégico. Más aún cuando esto parece representar la destrucción con los pies, de lo que con las manos ha costado tanto construir.

Vendrán “tiempos de dialogo” sin lugar a dudas. Tiempos en los cuales el Presidente Nicolás Maduro Moros se dé cuenta que sus más cercanos colaboradores lo han abandonado. Tiempos en los cuales sus seguidores, los antiguos hijos de la revolución bolivariana representada por Hugo Chávez, pidan su cabeza como quien pide un trofeo. Tiempos en los cuales la sociedad civil en su conjunto salga a marchar, no porque la convoque la MUD o cualquier otro partido político, sino porque otros tengan la oportunidad de opinar y sugerir soluciones para el país.

Confundir medios con fines, políticas con estrategias, marchas y contramarchas, lo que puede resultar es en una gran desconfianza, ampliando la brecha entre la sociedad civil y sus propios líderes. Claro que debemos dialogar, cuando lleguemos a Miraflores.

Las palabras y las cosas

LAS PALABRAS Y LAS COSAS

Es cuando nos aparece en todo su dramatismo esa perversión semántica que nos abruma. La traición del sentido de las palabras y las cosas. Sería un triste consuelo que sólo se hubiera expandido entre nosotros, los venezolanos. Temo que ya sea una peste de dimensión continental y mundial. Lo que tampoco sirve de consuelo. No presagia nada bueno.

Antonio Sánchez García 

@sangarccs



            Leo un importante artículo de un columnista de El País vinculado por amistad e intereses ideológico políticos con nuestro país, el analista argentino Héctor Schamis, que pone el dedo en una de nuestras más dolosas  y dolorosas llagas: nuestra inconsistencia intelectual y moral, que él ve corporeizado en la absurda semántica de la dictadura y, - ¿por qué silenciarlo? – también en los insólitos e inexplicables vaivenes semánticos de la oposición democrática. Que ha tardado diecisiete años en descubrir que esta democracia “protagónica” y esta “revolución bonita”  – otros trágicos eufemismos de nuestra pervertida semántica - ocultaba una tiranía. En Venezuela la dictadura, que ha estado en la médula del proyecto chavista y bolivariano desde mucho antes del golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 y vinculado desde fines de los cincuenta-comienzos de los sesenta con las guerrillas castrocomunistas, ha podido asentarse por todos sus fueros, prácticamente sin una sola observación en contrario de sus dolientes; asesinando, estafando, violando, ultrajando honras y saqueando bienes en nombre de la democracia. Y la oposición ha sido reducida a escombros, sin un solo acto de legítimo y honorable acto de autodefensa, acusada de fascista. Un quid pro quo que sólo puede ser metaforizado mediante el cuento del lobo y caperucita roja. Un cuento de horror que le ha costado al país su ruina y su devastación. Y que fuera comprado en paquete desde sus mismos inicios por la propia burguesía empresarial, financiera, mediática, académica, política, artística, intelectual, militar y clerical del país, sin provocarles el menor empacho. Jueces, fiscales, filósofos, banqueros, empresarios, militares y arzobispos sirvieron prolíficos y voluntariosos a la perversión de nuestro lenguaje político. Que era la perversión de nuestra esencia.

            Schamis hace mención de la semántica – vulgo: significación de las palabras. Y como en el principio fue el verbo, la brutal y criminal distorsión de las palabras que se viven en Venezuela por lo menos desde que los principales medios liberales del país se encargaran de convertir a un forajido en un héroe, y a un asaltante y asesino como Hugo Chávez en un samaritano, esa semántica del absurdo no es más que la brutal y criminal distorsión culpable o inocente, espontánea o inducida de los hechos, actos y fenómenos que ellas encubren.  Inocencia o culpabilidad que solapan, en la realidad, la estupidez o la felonía. Desde por lo menos el 4F del 92 los venezolanos – todos a una, genios o minusválidos - nos hemos destacado por ser estúpidos o malvados. Le dimos credibilidad a un forajido de milagreros y resentidos.

            El artículo de Chamis me abruma, pues cargo desde esa aciaga y nefanda fecha una pesadumbre que estos 24 años transcurridos desde entonces no han logrado quitarme de encima y me amenazan con llevarme al final de mi vida con la más profunda y existencial decepción sufrida en el diario batallar con mi circunstancia. No puedo olvidar las páginas y páginas de todos los periódicos venezolanos y las horas y horas y horas de comentarios políticos de sacerdotales opinadores de radio y televisión, dedicadas a ensalzar, publicitar y engrandecer la felonía de los coroneles golpistas y endiosar al peor, más vil, oportunista y siniestro de todos ellos, Hugo Chávez. Con tres excepciones de la primera hora que no me he cansado en reconocer, pues fueron, hasta hoy, voces solitarias en sus gremios: el jesuita (sic) Luis Ugalde, el filósofo Juan Nuño y el historiador Manuel Caballero. Primeros testigos del naufragio. Todos los medios se dedicaron a pavimentar el asalto nazi fascista de Hugo Chávez al poder, haciendo un uso sistemático e inescrupuloso de la violación semántica a la que se refiere Héctor Schamis: mintiendo, falsificando, corrompiendo las palabras y las cosas. Hasta el día de hoy, en que esa lepra semántica que obnubila nuestros sentidos continúa dominando los espíritus y pavimentando, ahora, el camino al colmo de los absurdos semántico políticos: el “diálogo”. Voz platónica que suplanta la vieja conminación de los asaltantes sinceros:  la bolsa o la vida.

            Me abruma que aquellos que guardaron un estruendoso silencio el día en que el villano se juramentara en el hemiciclo, humillando a toda la clase política y jurídica que lograra cuarenta años antes el prodigio de redactar y hacer valer la mejor constitución de nuestra historia que él difamara “por moribunda”: al presidente de la república, uno de sus firmantes, y a todos los parlamentarios presentes – entre ellos Henrique Capriles y Henry Ramos Allup. Que sean ellos los que continúen disputándose el control de la oposición, después de diecisiete años de humillaciones y tropelías, aún incapaces de responder con virilidad, con unanimidad y coraje a la villanía de la escoria que sobrevive al frente de nuestra sociedad lo dice todo.  

            Me duele que aún hoy el empresariado siga obsecuente y parásito los dictados de la dictadura, que los militares hayan dado muestras de cuán cobardes, cuán oportunistas, corruptos y rastreros pueden llegar a ser. Me duele que las máxima autoridades de los jesuitas que hoy mandan en el más alto sitial de la cristiandad, continúen esparciendo la falacia de su falsa semántica. ¿Qué significa la palabra “alternativa” para Arturo Sosa, SJ? ¿Qué significa la palabra diálogo, para SS Francisco? ¿Qué significan las palabras “democracia” y “libertad”  para Barak Obama, Hillary Clinton y el Departamento de Estado?

            Es cuando aparece en todo su dramatismo la perversión semántica que nos abruma. Sería un consuelo que sólo se hubiera expandido entre nosotros, los venezolanos. Temo que ya sea una peste de dimensión continental y mundial. No presagia nada bueno.

viernes, 14 de octubre de 2016

¿Constitucional, electoral, democrática y pacífica? ¿Adónde?

¿Constitucional, electoral, democrática y pacífica? ¿Adónde?

Por Joaquin Chaffardet

@jchaffardet




Es increíble que con tantos indicios, la dirigencia democrática no haya anticipado la conducta totalitaria y golpista del régimen. Más increíble aún es que a estas alturas del juego, la acción opositora para salir de esta tragedia tenga como fundamento una especie de angelical dogma de fe, según el cual la salida de la dictadura tiene que ser“constitucional, electoral, democrática y pacífica”.

Se sostiene que la salida del régimen debe ser "constitucional", lo que supone que existe y está en vigencia una constitución, lo que no es parte de la realidad venezolana: la constitución está derogada de facto por el régimen desde hace muchísimos años y los acontecimientos de esta semana y los anunciados por voceros del régimen son evidencias irrefutables, no de una simple violación del texto constitucional, sino una derogatoria de la constitución.

El fin del régimen debe ser por la vía “electoral”, lo que evidentemente no va a suceder. Ya el régimen, que tiene el rábano por las hojas, ha dicho de distintas maneras que no habrá revocatorio ni en el 2016 ni en 2017 y adicionalmente ha declarado que las elecciones de gobernadores y alcaldes no son "obligatorias" y que en todo caso no se realizarían hasta que se haya solucionado la crisis económica con el chavismo al frente, es decir nunca.  Y me atrevo a adelantar que el régimen con el apoyo del TSJ no permitirá que la Asamblea Nacional elija a los nuevos rectores del CNE. Eso sería amputarle una de las patas que sostienen la dictadura.

Se insiste con ardor casi religioso en que la salida debe ser "democrática", concepto que en realidad es difícil entender. Si se entiende, en este caso, como salida democrática  a una lograda mediante el libre ejercicio de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos y con el respeto de los poderes públicos, es un sueño en una noche de verano. Ello requiere que exista una democracia activa y vibrante, lo que evidentemente no existe  en Venezuela desde la llegada al poder del Comediante Eterno.

 Finalmente, el cuarto componente del dogma fundamental de la oposición es que la salida debe ser "pacífica", lo que luce como lo que en inglés llaman "wishful  thinking" , que traducido al criollo es "pajaritos preñados" o “deseos que no empreñan”, deseos que no tienen asidero en la realidad. El régimen ha cerrado todas las vías conducentes a una salida "pacífica": represión, derogatoria del contrato social que es la constitución, desconocimiento de las instituciones y clausura de la institución del voto como mecanismo de participación y expresión de la voluntad popular.

El chavismo, es una expresión más del totalitarismo, que además de cercenar y reprimir el ejercicio de las libertados públicas y los derechos civiles y políticos de los ciudadanos, ha usado como herramienta política la agresión armada y la muerte contra la disidencia,  ha convertido a las fuerzas militares en el brazo armado del partido de gobierno y al poder judicial en cómplice activo de la destrucción institucional de la nación. El chavismo  no es un simple “adversario político” es un enemigo de la Nación, de la nacionalidad y de los venezolanos.

                Así como existe el síndrome de Estocolmo, parece que en Venezuela ha surgido un nuevo síndrome, que consiste en una suerte de necesidad de mantener al enemigo, al chavismo, vivo y conviviendo con él. Se manifiesta como una necesidad imperiosa de incluir en un eventual proceso de recuperación de la democracia y la libertad a los saqueadores del tesoro público, destructores de la democracia, la libertad y de la nación misma. Es algo, a mi juicio, insólito. Ayer leí una preocupante declaraciones de Jesús Torrealba a BBC Mundo en las que se puede ver el alcance de ese síndrome, que reproduzco a continuación. El periodista de BBC le pregunta:

ENTREVISTADOR: ¿Aunque revoquen a Maduro y lo derroten electoralmente, ¿van a tender la mano?

TORREALBA: "Le vamos a tender la mano a todos los venezolanos. El proyecto político oficialista está derrotado, pero no está extinguido y nuestro propósito no es extinguirlo. Los únicos que pueden acabar con el chavismo como sentimiento e incluso como nostalgia, y que de alguna manera lo están logrando, son Maduro y compañía.

El imaginario chavista está ahí, aunque derrotado y golpeado.Nosotros, como demócratas, no podemos imaginar nuestra victoria a partir de la extinción del adversario. Eso no sería una victoria de los demócratas, ésa sería la victoria cultural del chavismo."

Para comenzar, Torrealba califica al chavismo como “adversario”, a mi juicio un gravísimo error. ¿Es un simple e inofensivo adversario quien no cesa de ofrecer pulverizarme? ¿Es un simple e inofensivo adversario quien envía delincuentes armados a matar a nuestra gente? ¿Es un simple e inofensivo adversario quien monta ollas, forja pruebas, para encarcelar a quienes disienten del régimen? ¿Es un simple e inofensivo adversario quien utiliza la  fuerza militar para reprimir e impedir la participación ciudadana en la vida pública? A mi juicio es un ENEMIGO, mi enemigo.

Para Torrealba el chavismo es como un “sentimiento e incluso como nostalgia”, como algo grato que se extraña con afecto. Frente a ese sentimiento, el único sentimiento que respecto al chavismo tenemos la inmensa mayoría de los venezolanos es una “inmensa arrechera”, y para ser sincero, en mi caso es ODIO. Si odio, yo ni soy un angelito ni tengo la facultad ni el deseo de perdonar ni siquiera los pecados veniales, y menos los capitales, de nadie.  Me pregunto, qué otro sentimiento pueden tener los venezolanos que gracias a Chávez y el chavismo hoy mueren de hambre y de mengua, los que ven un país material y moralmente destruido por esa maldita plaga llamada chavismo, a la que queremos ver extinguida, a diferencia de Torrealba cuyo propósito “no es extinguirlo”.

En cuanto a la “nostalgia”  la única nostalgia que el chavismo despierta en la mayoría de los venezolanos es la nostalgia por los cuarenta años de democracia, que el señor Torrealba y otros opositores llaman, usando el lenguaje chavista, la Cuarta y “el pasado”. Como dice el dicho popular “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Yo, y creo que millones de venezolanos, añoramos con inmensa nostalgia a esos “despreciables” íconos de la “política del pasado”: Wolfgang Larrazábal, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins
​,​
​Jaime Lusinchi ​
y Ramón J. Velásquez.     

Para cerrar con broche de oro Torrealba, como adalid de la amplitud y la tolerancia política remata así:

“Para nosotros es una garantía para la salud de la democracia venezolana que el oficialismo pueda eventualmente reorganizarse y constituirse en oposición política que obtenga el espacio que el pueblo le otorgue con sus votos.”

Esto me suena como que si después de la caída del Tercer Reich Adenauer hubiese declarado “Para nosotros es una garantía para la salud de la democracia alemana que el nazismo pueda eventualmente reorganizarse y constituirse en oposición política que obtenga el espacio que el pueblo le otorgue con sus votos.”

Los verdaderos venezolanos esperamos que caída la dictadura, presos y enjuiciados los jerarcas del chavismo, este no pueda reorganizarse ni constituirse en oposición política y menos en gobierno nuevamente. Eso es como que si a un paciente de cáncer en el que la enfermedad comienza a hacer metástasis, lo operen, le extirpen el cáncer original y le dejen la metástasis en otro órgano.

Es decir, según Torrealba, los saqueadores y destructores de la nación merecerían una segunda oportunidad “por la salud de la democracia”!!!!.
Joaquín F. Chaffardet R.


@jchaffardet

jueves, 13 de octubre de 2016

El precio de la claudicación

EL PRECIO DE LA CLAUDICACIÓN

Esta dictadura, que ya cuesta una crisis humanitaria y la devastación del país, no hubiera sido posible si la oposición no estuviera bajo el control de quienes, perfectamente conscientes del juego, se prestan a convalidarlo a la espera de llegar algún día al Poder, más por efecto de la inercia de la crisis misma y la implosión final del régimen que por su propio talento, decisión y voluntad. En el colmo de la inconsciencia, algunos ya juegan a las presidenciales.

Antonio Sánchez García 

@sangarccs



No he sido el único en sostener, incluso desde antes del 6 de diciembre del 2015, que no habría Revocatorio en este años 2016, porque el gobierno encontraría la forma, legal o ilegal para deshacerse de cualquier medio que hubiera podido terminar aventándolo del Poder. Para lo cual recurrió a la invención de un TSJ espurio. Como hubiera recurrido a una matazón, si los medios pacíficos de imponer la dictadura a cualquier trance hubieran encontrado una oposición frontal y combativa. Es la espada de Damocles que se esgrime desde La Habana sobre la oposición venezolana. Tal como sucediera en 2014 ante la rebelión estudiantil y LA SALIDA. Con un saldo de medio centenar de asesinatos y la traición de las fuerzas opositoras, particularmente de AD y PJ, que prefirieron evitar todo enfrentamiento que luchar contra la dictadura. Con el mismo argumento que llevara al general Vásquez Velasco a rendirse ante Raúl Baduel sin arriesgar un tiro: evitar cualquier derramamiento de sangre. Los trescientos mil asesinatos, la crisis humanitaria, el saqueo inmisericorde y la devastación del país no parecen entrar en la contabilidad de pérdidas y ganancias de quienes tienen, de un lado y del otro,  la sarten por el mango.

Es el límite real y objetivo del pulso que impone la pandilla que dicta desde Miraflores y Fuerte Tiuna, siempre desafiante y siempre con el dedo en el gatillo, quién manda en Venezuela. Resuena la frase que los carceleros de Huber Matos solían repetirle a diario mientras lo torturaban: “Nosotros hacemos lo que nos da la gana. Para eso tenemos el poder.” Respaldados por los colectivos y los pranes, ya adentrados en el oscuro corazón de nuestras tinieblas, canibalismo y crisis humanitaria incluidos. Es el régimen: lo que Henrique Capriles llama “una maltrecha democracia”. Suficientemente maltrecha como para que no sirva de nada, aunque suficientemente declamativa y ornamental como para que haga haga valer su existencia y enmascare la tiranía ante los gobiernos, partidos y personalidades cómplices. Véase el caso de José Luis Rodríguez Zapatero y sus correveidiles del patio. Por ahora, estamos en la antesala de una dicta dura, pronto a desplegarse en cuanto la oposición asuma los derechos que le garantiza esa “maltrecha democracia” y tomándolos en serio proceda a intentar su desalojo. Entonces se acabaría la farsa. Estamos en medio de la transición de esa “maltrecha democracia” a una brutal dictadura a secas. A no ser que por efecto de la pura amenaza se vuelva al tira y encoge gobierno-oposición y vuelvan a imponerse los factores que ya juegan a las elecciones presidenciales mientras siguen corriendo la arruga.

            Esa elasticidad en la entronización de un sistema de dominación cruda y férreamente dictatorial ha sido la característica esencial del régimen castrocomunista instaurado por Hugo Chávez desde el 2002 y en el que la oposición ha sido tolerada a condición de no pasar la raya de la rebelión, se le han asegurado ciertos espacios, a condición de que no entorpeciera el dominio del gobierno sobre el conjunto de la sociedad y no amenazara la existencia de la satrapía en que ha terminado convertida la autoridad venezolana una vez muerto Hugo Chávez y delegado el poder a las autoridades cubanas, quienes encargaran del gobierno a uno de sus agentes, el colombiano Nicolás Maduro.

            La perversión de dicho sistema de connivencia entre una oposición oficializada y castrada de todo poder real y una tiranía omnipotente que enmascara sus ejecutorias dictatoriales tras lo que Capriles llama una “dictadura maltrecha” – “Chávez es demócrata” sostenían Teodoro Petkoff, Julio Borges, Manuel Rosales y Timoteo Zambrano frente a Michelle Bachelet en Santiago de Chile - radica en la voluntaria o involuntaria, consciente o inconsciente colaboración opositora. Que jura que debe aprovechar todos los espacios que le garantiza la connivencia con la dictadura, pero los acepta aún consciente de que no representan poder alguno, útiles sólo para avalar la supuesta legalidad del régimen. El mecanismo de manipulación refleja una capacidad pasmosa de involucrar a la oposición en los Juegos de Cronos de la dictadura: le permite disfrutar de la satisfacción de ganar una elección con una considerable participación ciudadana y detentar la mayoría del parlamento, pero de inmediato le castra todas sus atribuciones convirtiéndolo en una realidad decorativa. Para ello le bastó con inventar un Tribunal Supremo de Justicia violando todas las normas constitucionales. ¿Qué importa su legitimidad, si ello le garantiza la mascarada democrática y no encuentra una oposición real, efectiva, material en quienes no se atreven a asumir el reto y aceptar el duelo? “Jamás pondré en riesgo una sola vida”, asegura el máximo líder de la MUD, renunciando por anticipado a enfrentar a quienes, sabiéndolo, le muestran la punta del cañón por debajo de la mesa.

            Esta dictadura, que ya cuesta una crisis humanitaria y la devastación del país, no sería posible si la oposición no estuviera bajo el control de quienes, perfectamente conscientes del juego, se prestan a convalidarlo a la espera de llegar al Poder más por efecto de la inercia de la crisis misma que por su propio talento, decisión y voluntad. ¿Qué otro sentido tiene la insistencia en el revocatorio sino el de permitirle al régimen ganar tiempo para hacerlo vacuo e inútil? ¿Qué sentido tiene que ya se ventilen candidaturas presidenciales y se adelanten campañas  si no el de hacer creer que se vive en democracia – asi sea maltrecha - y que, una vez liquidado el derecho revocatorio, se puede esperar conquistar la presidencia en el año 2019?

            Es el juego de cronos de nuestra ominosa claudicación. El precio ya es incalculable.

martes, 11 de octubre de 2016

Donald Trump y Hugo Chávez: La política en el tocador

DONALD TRUMP Y HUGO CHÁVEZ: LA POLÍTICA EN EL TOCADOR

Imposible desvincular el envilecimiento de la carrera por la presidencia de la principal potencia del planeta de otras formas de bajeza en la que han comenzado a incurrir sagradas instituciones del establecimiento cultural. Es el reino de la política como espectáculo, el renacimiento del circo romano.

Antonio Sánchez García 


@sangarccs



            Los venezolanos  tenemos perfecta conciencia de lo que puede llegar a sucederle a un país cuando el ámbito de sus más altas decisiones políticas cae bajo la dinámica del espectáculo: su envilecimiento, decadencia y crisis. Incluso en grado terminal, como en el caso venezolano. Y su eventual desaparición.

            Donald Trump se ha elevado al estrellato, ese que según propia confesión le permite agarrar a las mujeres de sus genitales sin encontrar la menor resistencia, exactamente como asaltara Hugo Chávez el Poder de un país políticamente inerme: mediante el escándalo, la truculencia, la incivilidad, el pachoteo, el olímpico desprecio a las convenciones. Sin las cuales, como debiéramos saberlo, se le abren los portones a la barbarie. Sólo un estúpido puede salvarlo de la comparación con el siniestro payaso venezolano recurriendo al hecho de que Trump no ha dispuesto de armas ni ha pretendido un golpe de Estado. Atropellar a la opinión pública norteamericana y mundial mediante el desafuero, la ofensa e incluso la inhumanidad, no dejará muertos, pero conmueve tanto o más que la usurpación de las armas de la República, el asesinato de uniformados y civiles y el desparpajo. Hiriendo de muerte una tradición republicana que por primera vez llega a los sacudones de la ruindad, la vileza y el escándalo en que han terminado los debates presidenciales.

            Las declaraciones de Donald Trump contra los inmigrantes y particularmente contra los de origen mexicano son tanto o más feroces y truculentas que las amenazas de freír las cabezas de los líderes adecos y copeyanos, con las que el barinés subiera como la espuma en las encuestas. Siguiendo, por cierto, la metodología política de Hitler: la grosería, el escándalo, la chillonería, la difamación, la ofensa y el ataque. ¿O nos olvidaremos de que el modelo de esas toneladas de bronce que se yerguen en Sabaneta de Barinas fundidas en Rusia en agradecimiento a suculentos negociados de Chávez con Vladimir Putin se aprovechaba de cadenas nacionales de televisión y gigantescas manifestaciones para ofrecerle a su mujer, María Isabel Rodríguez, ocultos sus ojos moreteados a bofetadas tras imponentes anteojos de sol, que esa noche “volvería a darle lo suyo”?

            Todos los debates, en el pasado, sirvieron a explayar diferencias estratégicas sobre asuntos cruciales enfrentados de distinta manera y desde distintas ideologías por demócratas y republicanos. Y si bien en todos ellos flotó la animadversión y el deseo descalificatorio, en ninguno de ellos se ventilaron asuntos propios de la más reservada intimidad. No recuerdo que en ellos se utilizaran palabras soeces, expresiones vulgares, giros matonescos sobre el propio poderío sexual o denuncias propias de burdeles y baja literatura pornográfica. Frecuentes en el caudillo y reminiscentes en el tonton macoute que lo sucede. No es La philosophie dans le boudoir, la filosofía en el tocador, del Marqués de Sade, en donde el tocador se refiere a ese pequeño cuarto de íntimas confesiones libertinas en los que las meretrices de la nobleza francesa ventilaban sus lujurias. Es la política en el tocador. En donde el burdel desplaza al ágora. Y las aventuras sexuales a las ideas.

            Exactamente como sucediera en la Venezuela que preparaba el asalto de la barbarie, también los medios norteamericanos parecen haber renunciado a la reflexión, la ecuanimidad y la crítica, dejándose arrastrar por la voracidad del rating y el mercadeo político en el que todo vale. Imposible desvincular el envilecimiento de la carrera por la presidencia de la principal potencia del planeta de otras formas de bajeza en la que han comenzado a incurrir sagradas instituciones del establecimiento cultural. El Nobel pasa por su peor momento. Europa se encuentra asediada por el expansionismo talibán, mientras sus gobiernos caen presa del saqueo político más indecoroso. Son malas, muy malas señales que manifiestan el desconcierto y el extravío de una cultura que parece avanzar hacia su decadencia.

            Conocemos el paño. Llevamos diecisiete años padeciéndolo.

viernes, 7 de octubre de 2016

Santos y el Nobel

SANTOS Y EL NOBEL

Nada de todo lo dicho está halado de los cabellos. Ingrid Betancourt, esa pobre mujer que sufriera años de cautiverio, cadenas y sevicias, acaba de declarar en Paris, lo reseña la agencia France Press, que el Nobel de la Paz también les debió ser concedido a las FARC. Pablo Escobar murió antes de tiempo. Se perdió la oportunidad de oro de entrar a los grandes fastos noruegos. El Chapo Guzmán aguarda en la sombra.

Antonio Sánchez García 

@sangarccs



            Que cualquier ciudadano de a pie pueda candidatear a quien se le ocurra para ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz no es razón para que, en efecto, se lo concedan a quien se les ocurra a los jueces noruegos. A no ser que el Nobel de la Paz posea tanta enjundia y merecimiento como un premio Grammy o el Miss Universo y sea negociado en corrillos de mafias de la industria de la comunicación y el entretenimiento. Como pareciera ser el caso.

            Rigoberta Menchú, la guatemalteca, lo obtuvo coronando una estafa de manipulación mediática que la convirtió, de embaucadora y cuentista profesional, en heroína de trincheras. Esquivel, el argentino, de negociante de abuelas tramposas en conciencia crítica del peronismo castrista. Para coronar esa estela de desaciertos, ahora los noruegos le conceden el galardón – y el suculento cheque que lo acompaña – a quien acaba de recibir una bofetada de rechazo de media Colombia tras una negociación de paz sospechosa de claudicación e irrespeto a la verdad histórica. Media Colombia debe mirar el Nobel con desprecio.

            El momento no pudo ser más inoportuno. Tanto, que el premio pareciera coronar una cuidadosa operación de manipulación mediática de gran escala. En la que parecieran estar involucrados todos los poderes fácticos del planeta. Todo siguió un perfecto plan, cuya coronación debía ser una arrolladora victoria del SÍ, seguida a los pocos días de la concesión del Premio Nobel de la Paz al siempre perfectamente maquillado presidente colombiano. Razones de pudor de último minuto habrán sacado de la foto a Timochenko y a Raúl Castro, ¿o es que no fueron, junto a Santos, los cocineros de la paella de la Paz que hoy recibe el Premio Michelin de la cocina noruega?

            Si Bin Laden hubiera pertenecido a la cultura latinoamericana del acomodo, en lugar de terminar dentro de una bolsa en el fondo del océano, pudo haber subido al podio de Oslo a recibir su premio. Como será el profundo deseo de Nicolás Maduro o Diosdado Cabello, tal como lo han adelantado algunos de los esbirros mediáticos que ya los postularan. Por ahora sin mayor éxito. Lula acaba de ser apartado de un manotazo de sus aspiraciones nobelísticas por los tribunales de justicia brasileños. Y bien podría recibirlo, como institución, el Foro de Sao Paulo.

            Nada de todo lo dicho está halado de los cabellos. Ingrid Betancourt, esa pobre mujer que sufriera años de cautiverio, cadenas y sevicias, acaba de declarar en Paris, lo reseña la agencia France Press, que el Nobel de la Paz también les debió ser concedido a las FARC. Pablo Escobar murió antes de tiempo. Se perdió la oportunidad de oro de entrar a los grandes fastos noruegos. El Chapo Guzmán aguarda en la sombra.

jueves, 6 de octubre de 2016

Brasil y Colombia, la debacle

BRASIL Y COLOMBIA, LA DEBACLE

Pocas veces se nos permite vivir en tan corto lapso cambios tan profundos y determinantes como los que comenzáramos a vivir cuando, a la muerte de Kirchner y de Chávez, comenzara a desfondarse la barcaza de asalto de las fuerzas de ocupación política neo castristas. Más asombroso es la absoluta miopía de nuestros líderes políticos, absolutamente inconscientes de las torrenteras de descrédito y desprestigio que corrían bajo los pies de la Rousseff y de Lula, mientras ellos los alababan como maestros del futuro.

Antonio Sánchez García 

@sangarccs


            Colombia y Brasil, nuestros dos grandes estados fronterizos, vivieron este domingo 2 de octubre – y es bueno consignar la fecha, pues sabe a historia – dos revolcones políticos de inmenso significado para el futuro de la región: en Colombia fue derrotada la propuesta de Juan Manuel Santos y Timoschenko, en nombre del establecimiento político y empresarial dominante en Colombia, cuidadosa y largamente apadrinada por la tiranía cubana bajo la buena pro de todos los poderes fácticos, políticos y mediáticos del mundo – de Washington al Vaticano y del New York Times a El País, de España – que cerraba más de medio siglo de una cruenta, sangrienta y espantosa guerra de guerrillas guevaristas que pretendieron infructuosamente implantar un régimen castrocomunista en Colombia. A las sombras y brumas de la cual, se montó la principal fuente de cultivo y preparación de cocaína del mundo, se asedió a Venezuela, al Caribe, a Centroamérica y a los Estados Unidos y se impidió sistemáticamente toda estabilización social y política de la región. Un cáncer de largo aliento que los colombianos debieron cargar a sus espaldas como una joroba de maldiciones, fraguando hamponato, criminalidad y violencia que tuvieron, obvio es reconocerlo, una devastadora influencia sobre la clase política colombiana.

            Tras un cuidadoso montaje de cuatro largos años de duración, Raúl Castro pudo mostrarse al mundo como un factor de equilibrio y manejo de grandes áreas de conflictos en América Latina. Con dos saldos a su favor que bien hubieran podido coronarlo como el nuevo Kissinger del Caribe: haberse ganado el respaldo y el reconocimiento de Barak Obama y del Papa Francisco, sin aflojar ni en un milímetro las riendas de la tiranía que controla con la fiereza de Heinrich Himmler,  surfeando las olas que derrumbaban, simultáneamente, el más importante logro de su reinado, con el que superara de lejos a su hermano mayor: el kirchnerismo y el lulismo, apartados de un manotazo puede que para siempre jamás. Si es que en América Latina, los jamaces tienen algún significado.

            Fue el otro sismo de dimensiones apocalípticas que repercutió del otro lado del Amazonas mientras en Colombia Álvaro Uribe y Andrés Pastrana se refregaban los ojos para ver en toda su magnitud la insólita, inesperada y resonante victoria obtenida en las urnas: el pueblo colombiano no avaló un acuerdo que más que un acuerdo era una recompensa a la crueldad y la infamia con que las guerrillas torturaron durante más de medio siglo a los colombianos. En Brasil, simultáneamente, el lulismo perdía un 90% de un respaldo que hace tan solo un año ni el más afiebrado de los analistas políticos hubiera podido siquiera imaginar.

            Lo que comenzara como mera averiguación por supuestos casos de corrupción terminó por derrumbar la costosa estantería política montada en La Habana inmediatamente después de la caída del Muro y el derrumbe de la Unión Soviética y el bloque socialista. Ni el PT, ni Dilma Rousseff ni Lula pudieron asomarse a ver lo que estaba sucediendo. Antes de advertirlo, eran arrastrados corriente abajo por la riada de la indignación, el desprecio y la furia. Este domingo, además de desaparecer como potencia política de la administración de alcaldías y gobernaciones – les restó una sola gobernación, marginal y sin ninguna importancia – mientras los dos símbolos del lulismo y los nuevos tiempos del neocastrismo en América Latina, la gobernación del Estado de Sao Paulo y de la ciudad natal del líder petista, pasaban a manos del PMDB, principal beneficiario del terremoto brasileño.

            Pocas veces se nos permite vivir en tan corto lapso cambios tan profundos y determinantes como los que comenzáramos a vivir cuando, a la muerte de Kirchner y de Chávez, comenzara a desfondarse la barcaza de asalto de las fuerzas de ocupación política neo castristas. Más asombroso es la absoluta miopía de nuestros líderes políticos, absolutamente inconscientes de las torrenteras de descrédito y desprestigio que corrían bajo los pies de la Rousseff y de Lula, mientras ellos los alababan como maestros a futuro. Duele y pesa como una losa que mientras América Latina se sacude sus telarañas – y ya vienen los casos de Chile, Bolivia y Ecuador, que terminaran en sendas palizas a la Bachelet, a Evo Morales y a Rafael Correa – la clase política venezolana siga buscando tréboles de cuatro hojas y deshojando la margarita. Hay maneras y maneras de caer consumidos por la decadencia.