viernes, 7 de octubre de 2016

Santos y el Nobel

SANTOS Y EL NOBEL

Nada de todo lo dicho está halado de los cabellos. Ingrid Betancourt, esa pobre mujer que sufriera años de cautiverio, cadenas y sevicias, acaba de declarar en Paris, lo reseña la agencia France Press, que el Nobel de la Paz también les debió ser concedido a las FARC. Pablo Escobar murió antes de tiempo. Se perdió la oportunidad de oro de entrar a los grandes fastos noruegos. El Chapo Guzmán aguarda en la sombra.

Antonio Sánchez García 

@sangarccs



            Que cualquier ciudadano de a pie pueda candidatear a quien se le ocurra para ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz no es razón para que, en efecto, se lo concedan a quien se les ocurra a los jueces noruegos. A no ser que el Nobel de la Paz posea tanta enjundia y merecimiento como un premio Grammy o el Miss Universo y sea negociado en corrillos de mafias de la industria de la comunicación y el entretenimiento. Como pareciera ser el caso.

            Rigoberta Menchú, la guatemalteca, lo obtuvo coronando una estafa de manipulación mediática que la convirtió, de embaucadora y cuentista profesional, en heroína de trincheras. Esquivel, el argentino, de negociante de abuelas tramposas en conciencia crítica del peronismo castrista. Para coronar esa estela de desaciertos, ahora los noruegos le conceden el galardón – y el suculento cheque que lo acompaña – a quien acaba de recibir una bofetada de rechazo de media Colombia tras una negociación de paz sospechosa de claudicación e irrespeto a la verdad histórica. Media Colombia debe mirar el Nobel con desprecio.

            El momento no pudo ser más inoportuno. Tanto, que el premio pareciera coronar una cuidadosa operación de manipulación mediática de gran escala. En la que parecieran estar involucrados todos los poderes fácticos del planeta. Todo siguió un perfecto plan, cuya coronación debía ser una arrolladora victoria del SÍ, seguida a los pocos días de la concesión del Premio Nobel de la Paz al siempre perfectamente maquillado presidente colombiano. Razones de pudor de último minuto habrán sacado de la foto a Timochenko y a Raúl Castro, ¿o es que no fueron, junto a Santos, los cocineros de la paella de la Paz que hoy recibe el Premio Michelin de la cocina noruega?

            Si Bin Laden hubiera pertenecido a la cultura latinoamericana del acomodo, en lugar de terminar dentro de una bolsa en el fondo del océano, pudo haber subido al podio de Oslo a recibir su premio. Como será el profundo deseo de Nicolás Maduro o Diosdado Cabello, tal como lo han adelantado algunos de los esbirros mediáticos que ya los postularan. Por ahora sin mayor éxito. Lula acaba de ser apartado de un manotazo de sus aspiraciones nobelísticas por los tribunales de justicia brasileños. Y bien podría recibirlo, como institución, el Foro de Sao Paulo.

            Nada de todo lo dicho está halado de los cabellos. Ingrid Betancourt, esa pobre mujer que sufriera años de cautiverio, cadenas y sevicias, acaba de declarar en Paris, lo reseña la agencia France Press, que el Nobel de la Paz también les debió ser concedido a las FARC. Pablo Escobar murió antes de tiempo. Se perdió la oportunidad de oro de entrar a los grandes fastos noruegos. El Chapo Guzmán aguarda en la sombra.

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