EL PRECIO DE LA
CLAUDICACIÓN
Esta dictadura, que ya cuesta una crisis
humanitaria y la devastación del país, no hubiera sido posible si la oposición
no estuviera bajo el control de quienes, perfectamente conscientes del juego,
se prestan a convalidarlo a la espera de llegar algún día al Poder, más por
efecto de la inercia de la crisis misma y la implosión final del régimen que por
su propio talento, decisión y voluntad. En el colmo de la inconsciencia, algunos
ya juegan a las presidenciales.
Antonio Sánchez
García
@sangarccs
No he sido el único en sostener, incluso desde
antes del 6 de diciembre del 2015, que no habría Revocatorio en este años 2016,
porque el gobierno encontraría la forma, legal o ilegal para deshacerse de
cualquier medio que hubiera podido terminar aventándolo del Poder. Para lo cual
recurrió a la invención de un TSJ espurio. Como hubiera recurrido a una
matazón, si los medios pacíficos de imponer la dictadura a cualquier trance hubieran
encontrado una oposición frontal y combativa. Es la espada de Damocles que se
esgrime desde La Habana sobre la oposición venezolana. Tal como sucediera en
2014 ante la rebelión estudiantil y LA SALIDA. Con un saldo de medio centenar
de asesinatos y la traición de las fuerzas opositoras, particularmente de AD y
PJ, que prefirieron evitar todo enfrentamiento que luchar contra la dictadura.
Con el mismo argumento que llevara al general Vásquez Velasco a rendirse ante
Raúl Baduel sin arriesgar un tiro: evitar cualquier derramamiento de sangre. Los
trescientos mil asesinatos, la crisis humanitaria, el saqueo inmisericorde y la
devastación del país no parecen entrar en la contabilidad de pérdidas y
ganancias de quienes tienen, de un lado y del otro, la sarten por el mango.
Es el límite real y objetivo del pulso que impone
la pandilla que dicta desde Miraflores y Fuerte Tiuna, siempre desafiante y
siempre con el dedo en el gatillo, quién manda en Venezuela. Resuena la frase
que los carceleros de Huber Matos solían repetirle a diario mientras lo
torturaban: “Nosotros hacemos lo que nos da la gana. Para eso tenemos el
poder.” Respaldados por los colectivos y los pranes, ya adentrados en el oscuro
corazón de nuestras tinieblas, canibalismo y crisis humanitaria incluidos. Es
el régimen: lo que Henrique Capriles llama “una maltrecha democracia”. Suficientemente
maltrecha como para que no sirva de nada, aunque suficientemente declamativa y
ornamental como para que haga haga valer su existencia y enmascare la tiranía
ante los gobiernos, partidos y personalidades cómplices. Véase el caso de José
Luis Rodríguez Zapatero y sus correveidiles del patio. Por ahora, estamos en la
antesala de una dicta dura, pronto a desplegarse en cuanto la oposición asuma
los derechos que le garantiza esa “maltrecha democracia” y tomándolos en serio
proceda a intentar su desalojo. Entonces se acabaría la farsa. Estamos en medio
de la transición de esa “maltrecha democracia” a una brutal dictadura a secas.
A no ser que por efecto de la pura amenaza se vuelva al tira y encoge
gobierno-oposición y vuelvan a imponerse los factores que ya juegan a las
elecciones presidenciales mientras siguen corriendo la arruga.
Esa elasticidad en la
entronización de un sistema de dominación cruda y férreamente dictatorial ha
sido la característica esencial del régimen castrocomunista instaurado por Hugo
Chávez desde el 2002 y en el que la oposición ha sido tolerada a condición de
no pasar la raya de la rebelión, se le han asegurado ciertos espacios, a condición
de que no entorpeciera el dominio del gobierno sobre el conjunto de la sociedad
y no amenazara la existencia de la satrapía en que ha terminado convertida la
autoridad venezolana una vez muerto Hugo Chávez y delegado el poder a las
autoridades cubanas, quienes encargaran del gobierno a uno de sus agentes, el
colombiano Nicolás Maduro.
La perversión de dicho
sistema de connivencia entre una oposición oficializada y castrada de todo
poder real y una tiranía omnipotente que enmascara sus ejecutorias
dictatoriales tras lo que Capriles llama una “dictadura maltrecha” – “Chávez es
demócrata” sostenían Teodoro Petkoff, Julio Borges, Manuel Rosales y Timoteo
Zambrano frente a Michelle Bachelet en Santiago de Chile - radica en la
voluntaria o involuntaria, consciente o inconsciente colaboración opositora.
Que jura que debe aprovechar todos los espacios que le garantiza la connivencia
con la dictadura, pero los acepta aún consciente de que no representan poder
alguno, útiles sólo para avalar la supuesta legalidad del régimen. El mecanismo
de manipulación refleja una capacidad pasmosa de involucrar a la oposición en
los Juegos de Cronos de la dictadura: le permite disfrutar de la satisfacción
de ganar una elección con una considerable participación ciudadana y detentar
la mayoría del parlamento, pero de inmediato le castra todas sus atribuciones
convirtiéndolo en una realidad decorativa. Para ello le bastó con inventar un
Tribunal Supremo de Justicia violando todas las normas constitucionales. ¿Qué
importa su legitimidad, si ello le garantiza la mascarada democrática y no
encuentra una oposición real, efectiva, material en quienes no se atreven a
asumir el reto y aceptar el duelo? “Jamás pondré en riesgo una sola vida”,
asegura el máximo líder de la MUD, renunciando por anticipado a enfrentar a
quienes, sabiéndolo, le muestran la punta del cañón por debajo de la mesa.
Esta dictadura, que ya
cuesta una crisis humanitaria y la devastación del país, no sería posible si la
oposición no estuviera bajo el control de quienes, perfectamente conscientes
del juego, se prestan a convalidarlo a la espera de llegar al Poder más por
efecto de la inercia de la crisis misma que por su propio talento, decisión y
voluntad. ¿Qué otro sentido tiene la insistencia en el revocatorio sino el de
permitirle al régimen ganar tiempo para hacerlo vacuo e inútil? ¿Qué sentido
tiene que ya se ventilen candidaturas presidenciales y se adelanten
campañas si no el de hacer creer que se
vive en democracia – asi sea maltrecha - y que, una vez liquidado el derecho
revocatorio, se puede esperar conquistar la presidencia en el año 2019?
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