jueves, 13 de octubre de 2016

El precio de la claudicación

EL PRECIO DE LA CLAUDICACIÓN

Esta dictadura, que ya cuesta una crisis humanitaria y la devastación del país, no hubiera sido posible si la oposición no estuviera bajo el control de quienes, perfectamente conscientes del juego, se prestan a convalidarlo a la espera de llegar algún día al Poder, más por efecto de la inercia de la crisis misma y la implosión final del régimen que por su propio talento, decisión y voluntad. En el colmo de la inconsciencia, algunos ya juegan a las presidenciales.

Antonio Sánchez García 

@sangarccs



No he sido el único en sostener, incluso desde antes del 6 de diciembre del 2015, que no habría Revocatorio en este años 2016, porque el gobierno encontraría la forma, legal o ilegal para deshacerse de cualquier medio que hubiera podido terminar aventándolo del Poder. Para lo cual recurrió a la invención de un TSJ espurio. Como hubiera recurrido a una matazón, si los medios pacíficos de imponer la dictadura a cualquier trance hubieran encontrado una oposición frontal y combativa. Es la espada de Damocles que se esgrime desde La Habana sobre la oposición venezolana. Tal como sucediera en 2014 ante la rebelión estudiantil y LA SALIDA. Con un saldo de medio centenar de asesinatos y la traición de las fuerzas opositoras, particularmente de AD y PJ, que prefirieron evitar todo enfrentamiento que luchar contra la dictadura. Con el mismo argumento que llevara al general Vásquez Velasco a rendirse ante Raúl Baduel sin arriesgar un tiro: evitar cualquier derramamiento de sangre. Los trescientos mil asesinatos, la crisis humanitaria, el saqueo inmisericorde y la devastación del país no parecen entrar en la contabilidad de pérdidas y ganancias de quienes tienen, de un lado y del otro,  la sarten por el mango.

Es el límite real y objetivo del pulso que impone la pandilla que dicta desde Miraflores y Fuerte Tiuna, siempre desafiante y siempre con el dedo en el gatillo, quién manda en Venezuela. Resuena la frase que los carceleros de Huber Matos solían repetirle a diario mientras lo torturaban: “Nosotros hacemos lo que nos da la gana. Para eso tenemos el poder.” Respaldados por los colectivos y los pranes, ya adentrados en el oscuro corazón de nuestras tinieblas, canibalismo y crisis humanitaria incluidos. Es el régimen: lo que Henrique Capriles llama “una maltrecha democracia”. Suficientemente maltrecha como para que no sirva de nada, aunque suficientemente declamativa y ornamental como para que haga haga valer su existencia y enmascare la tiranía ante los gobiernos, partidos y personalidades cómplices. Véase el caso de José Luis Rodríguez Zapatero y sus correveidiles del patio. Por ahora, estamos en la antesala de una dicta dura, pronto a desplegarse en cuanto la oposición asuma los derechos que le garantiza esa “maltrecha democracia” y tomándolos en serio proceda a intentar su desalojo. Entonces se acabaría la farsa. Estamos en medio de la transición de esa “maltrecha democracia” a una brutal dictadura a secas. A no ser que por efecto de la pura amenaza se vuelva al tira y encoge gobierno-oposición y vuelvan a imponerse los factores que ya juegan a las elecciones presidenciales mientras siguen corriendo la arruga.

            Esa elasticidad en la entronización de un sistema de dominación cruda y férreamente dictatorial ha sido la característica esencial del régimen castrocomunista instaurado por Hugo Chávez desde el 2002 y en el que la oposición ha sido tolerada a condición de no pasar la raya de la rebelión, se le han asegurado ciertos espacios, a condición de que no entorpeciera el dominio del gobierno sobre el conjunto de la sociedad y no amenazara la existencia de la satrapía en que ha terminado convertida la autoridad venezolana una vez muerto Hugo Chávez y delegado el poder a las autoridades cubanas, quienes encargaran del gobierno a uno de sus agentes, el colombiano Nicolás Maduro.

            La perversión de dicho sistema de connivencia entre una oposición oficializada y castrada de todo poder real y una tiranía omnipotente que enmascara sus ejecutorias dictatoriales tras lo que Capriles llama una “dictadura maltrecha” – “Chávez es demócrata” sostenían Teodoro Petkoff, Julio Borges, Manuel Rosales y Timoteo Zambrano frente a Michelle Bachelet en Santiago de Chile - radica en la voluntaria o involuntaria, consciente o inconsciente colaboración opositora. Que jura que debe aprovechar todos los espacios que le garantiza la connivencia con la dictadura, pero los acepta aún consciente de que no representan poder alguno, útiles sólo para avalar la supuesta legalidad del régimen. El mecanismo de manipulación refleja una capacidad pasmosa de involucrar a la oposición en los Juegos de Cronos de la dictadura: le permite disfrutar de la satisfacción de ganar una elección con una considerable participación ciudadana y detentar la mayoría del parlamento, pero de inmediato le castra todas sus atribuciones convirtiéndolo en una realidad decorativa. Para ello le bastó con inventar un Tribunal Supremo de Justicia violando todas las normas constitucionales. ¿Qué importa su legitimidad, si ello le garantiza la mascarada democrática y no encuentra una oposición real, efectiva, material en quienes no se atreven a asumir el reto y aceptar el duelo? “Jamás pondré en riesgo una sola vida”, asegura el máximo líder de la MUD, renunciando por anticipado a enfrentar a quienes, sabiéndolo, le muestran la punta del cañón por debajo de la mesa.

            Esta dictadura, que ya cuesta una crisis humanitaria y la devastación del país, no sería posible si la oposición no estuviera bajo el control de quienes, perfectamente conscientes del juego, se prestan a convalidarlo a la espera de llegar al Poder más por efecto de la inercia de la crisis misma que por su propio talento, decisión y voluntad. ¿Qué otro sentido tiene la insistencia en el revocatorio sino el de permitirle al régimen ganar tiempo para hacerlo vacuo e inútil? ¿Qué sentido tiene que ya se ventilen candidaturas presidenciales y se adelanten campañas  si no el de hacer creer que se vive en democracia – asi sea maltrecha - y que, una vez liquidado el derecho revocatorio, se puede esperar conquistar la presidencia en el año 2019?

            Es el juego de cronos de nuestra ominosa claudicación. El precio ya es incalculable.

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