A MARÍA CORINA MACHADO
DE COLABORADORES Y QUINTA COLUMNAS
LA TRAGEDIA OPOSITORA VENEZOLANA
Temo que la cadena se haya roto por su eslabón más
débil. Y que por boca de Enrique Ochoa Antich se exprese a plenitud la
estrategia que ha venido germinando desde hace algunos años desde el anterior Departamento
de Estado y el actual Vaticano, amén de la dirigencia de la MUD en consonancia
con la tiranía cubana: garantizar la sobrevivencia de Nicolás Maduro hasta el
2019. Convirtiendo a Venezuela en el chivo expiatorio de la supuesta
estabilidad de la región. Hasta entonces, y aún más allá, si Cuba lo estima
necesario. Si así fuera, que Dios nos
agarre confesados: si no actuamos con voluntad, decisión y coraje podríamos
perder la República.
Antonio Sánchez García
@sangarccs
A María Corina Machado
Enrique Ochoa Antich le ha
escrito bajo la cortés apariencia de una “carta abierta” una requisitoria a
María Corina Machado digna de figurar en un manual del perfecto colaborador y
quinta columnista de la dictadura: la acusa del pecado capital de boicotear el
diálogo entre Nicolás Maduro y la MUD, según él única, inexorable y la más
perfecta y deseable de las vías para resolver la agonía que sufre la república
y que él reduce a un mero desentendimiento entre ambos términos, la oposición y
el gobierno. Para legitimar lo cual se sirve de los clásicos ejemplos de
dictaduras cercanas – si bien se cuida, como todos sus congéneres, por cierto, de caracterizarlas, evadiendo así el meollo
del asunto - que habrían dejado el poder gracias a esa fórmula mágica de sentar
a los contendientes en una mesa redonda para discutir sus diferencias y
terminar en el mejor de los acuerdos: un abrazo, el desalojo del tirano y la
entronización de los demócratas. Ya Eduardo Fernández le ha estado llevando aguas
a ese molino e la mano del dictador polaco Jaruselsky. Sólo le faltó el inolvidable
epílogo de los cuentos infantiles: “y bajaron a la playa, comieron perdices y
fueron felices”. Happy End. Un clásico ejemplo de la descerebrada izquierda
borbónica, para usurpar el selfie de su maestro Teodoro Petkoff.
Esa y no otra es la médula
de su extensa “carta abierta”. Cuya claridad y franqueza es de agradecer, gracias a lo cual estará contando con la
fruición aprobatoria de Nicolás Maduro, de Tarek El Aissami y de Diosdado
Cabello, sus únicos y verdaderos beneficiados en medio del berenjenal en que la
denuncia del Departamento del Tesoro los ha sumido, y la solemne aprobación de
Henry Ramos Allup, Julio Borges, Manuel Rosales y Henry Falcón, igualmente agradecidos
por un respaldo tan perfecta, fría y lógicamente hilvanado a su apocalíptica
incompetencia. En plena lógica política, podría tener un efecto muchísimo más
devastador y favorable a la causa de la dictadura que el remitido de Tarek El
Aissami en The New York Times. Que si no se tratara de un asunto estrictamente
doméstico que aparentemente no roza asuntos tan trascendentales como el
narcotráfico, el lavado de dólares y el financiamiento y respaldo al terrorismo
del Estado islámico, de los que acusa in totto, aunque aún por una sola y no la
más efectiva de sus múltiples vías, el gobierno de los Estados Unidos al de
Nicolás Maduro, bien valdría esa inversión en dólares. ¿O es que el ex diputado
preñado en las cloacas ideológicas del comunismo vernáculo y criado por el
Movimiento al Socialismo no conoce el estado real en que se encuentra
Venezuela, como para considerar que asuntos tan baladíes bien pueden ser objeto
de una reunión entre correligionarios, como lo plantea Su Santidad Francisco I?
¿Qué nos tratemos unos y otros como hermanos?
Aparte la versallesca
diplomacia en el trato formal con el que el hermano del ex ministro de defensa
recubre sus infamias – “inteligente, apasionada, carismática” – contra la
acorralada y máxima lideresa política del liberalismo venezolano, el libelo es
de una falsía, una hipocresía y una canallería muy propia de quienes se criaron
en el pozo de los tiburones del marxismo cuartelero del castrocomunismo
venezolano. Para quienes María Corina Machado fue, es y será “una mantuana” y,
por ende, una reaccionaria. Así uno de sus tíos maternos haya participado en
las guerrillas venezolanas y otro cayera mortalmente herido en el desembarco
del Falke. ¿O es que los Machado, tanto o más mantuanos que los suyos, no fueron los fundadores del Partido Comunista
Venezolano?
Me impresiona la absoluta
sangre fría con la que Ochoa Antich da por buenos y legítimos los propósitos
estratégicos de la satrapía, su olímpico silencio ante las apocalípticas
miserias y los espantosos sufrimientos que les ha causado a los pobres,
haciéndolos aún más pobres de esta tierra, el daño incalculable en vidas y
pérdidas materiales de nuestra Patria, que crecen exponencialmente día tras día
y hora tras hora, así como la naturalidad con que defiende lo que le parece el
asunto más natural del mundo: que el sátrapa de nunca aclarados orígenes impuesto
por un moribundo entregado en cuerpo y alma a los tiranos cubanos, barnizado
luego con un fraude electoral tanto o más escandaloso que el que el pueblo
ecuatoriano acaba de impedirle a uno de los agentes del castrismo, tenga el
pleno y legítimo derecho a gobernar hasta el 2019. Y más allá, si Raúl Castro,
el castrocomunismo venezolano y sus aliados de la oposición oficialista –
colaboradores y quinta columnistas, como Ochoa Antich – lo consideran legítimo
y pertinente.
¿Por qué no? ¿O no tiene
Enrique Ochoa Antich los santos apéndices de defender todos los procesos
electorales que nos han traído a encallar en estos abismos y dar por buenos y
legítimos, además de todos los fraudes consumados y todas las medidas
represoras de una dictadura que ya supera en tiempo a las de Pérez Jiménez,
Batista, Rojas Pinilla, Pinochet, Videla, Bordaberry, Garrastazú Medici, entre
otros, los asesinatos de opositores, las cárceles hasta por 14 años de venezolanos
absolutamente inocentes, el descomunal saqueo de más de trescientos mil
millones de dólares y la devastación sepa Dios por cuántas generaciones de una
República que fuera ejemplo democrático en un continente consumido por las tiranías?
Es lo que me abisma: la
insólita parquedad y la absoluta frialdad con las que Ochoa Antich defiende y
legitima el más espantoso capítulo de nuestra trágica historia política. Su inmoral
alcahuetería travestida de flemático realismo político. La desvergüenza
maquillada de pragmatismo. Ni José Vicente Rangel, el venerable tartufo y
alcahueta del castrocomunismo criollo, ni Zapatero, el memo encumbrado a la
presidencia de España gracias al azar de un atentado del terrorismo islámico,
ni esos corruptos correveidiles de la Internacional Socialista – no digamos el pueblerino
tartufismo criollo de un Timoteo Zambrano, un Henry Falcón o un Manuel Rosales –
hubieran sido capaces de alcanzar estas cimas del descaro y la infamia.