DONALD TRUMP Y HUGO CHÁVEZ: LA
POLÍTICA EN EL TOCADOR
Imposible
desvincular el envilecimiento de la carrera por la presidencia de la principal
potencia del planeta de otras formas de bajeza en la que han comenzado a
incurrir sagradas instituciones del establecimiento cultural. Es el reino de la
política como espectáculo, el renacimiento del circo romano.
Antonio Sánchez García
@sangarccs
Los venezolanos tenemos perfecta conciencia de lo que puede
llegar a sucederle a un país cuando el ámbito de sus más altas decisiones
políticas cae bajo la dinámica del espectáculo: su envilecimiento, decadencia y
crisis. Incluso en grado terminal, como en el caso venezolano. Y su eventual
desaparición.
Donald Trump se ha elevado
al estrellato, ese que según propia confesión le permite agarrar a las mujeres de
sus genitales sin encontrar la menor resistencia, exactamente como asaltara
Hugo Chávez el Poder de un país políticamente inerme: mediante el escándalo, la
truculencia, la incivilidad, el pachoteo, el olímpico desprecio a las
convenciones. Sin las cuales, como debiéramos saberlo, se le abren los portones
a la barbarie. Sólo un estúpido puede salvarlo de la comparación con el
siniestro payaso venezolano recurriendo al hecho de que Trump no ha dispuesto
de armas ni ha pretendido un golpe de Estado. Atropellar a la opinión pública
norteamericana y mundial mediante el desafuero, la ofensa e incluso la
inhumanidad, no dejará muertos, pero conmueve tanto o más que la usurpación de
las armas de la República, el asesinato de uniformados y civiles y el
desparpajo. Hiriendo de muerte una tradición republicana que por primera vez
llega a los sacudones de la ruindad, la vileza y el escándalo en que han
terminado los debates presidenciales.
Las declaraciones de
Donald Trump contra los inmigrantes y particularmente contra los de origen mexicano
son tanto o más feroces y truculentas que las amenazas de freír las cabezas de
los líderes adecos y copeyanos, con las que el barinés subiera como la espuma
en las encuestas. Siguiendo, por cierto, la metodología política de Hitler: la
grosería, el escándalo, la chillonería, la difamación, la ofensa y el ataque.
¿O nos olvidaremos de que el modelo de esas toneladas de bronce que se yerguen
en Sabaneta de Barinas fundidas en Rusia en agradecimiento a suculentos
negociados de Chávez con Vladimir Putin se aprovechaba de cadenas nacionales de
televisión y gigantescas manifestaciones para ofrecerle a su mujer, María
Isabel Rodríguez, ocultos sus ojos moreteados a bofetadas tras imponentes
anteojos de sol, que esa noche “volvería a darle lo suyo”?
Todos los debates, en el
pasado, sirvieron a explayar diferencias estratégicas sobre asuntos cruciales
enfrentados de distinta manera y desde distintas ideologías por demócratas y
republicanos. Y si bien en todos ellos flotó la animadversión y el deseo
descalificatorio, en ninguno de ellos se ventilaron asuntos propios de la más
reservada intimidad. No recuerdo que en ellos se utilizaran palabras soeces,
expresiones vulgares, giros matonescos sobre el propio poderío sexual o
denuncias propias de burdeles y baja literatura pornográfica. Frecuentes en el
caudillo y reminiscentes en el tonton macoute que lo sucede. No es La philosophie dans le boudoir, la
filosofía en el tocador, del Marqués de Sade, en donde el tocador se refiere a
ese pequeño cuarto de íntimas confesiones libertinas en los que las meretrices
de la nobleza francesa ventilaban sus lujurias. Es la política en el tocador.
En donde el burdel desplaza al ágora. Y las aventuras sexuales a las ideas.
Exactamente
como sucediera en la Venezuela que preparaba el asalto de la barbarie, también
los medios norteamericanos parecen haber renunciado a la reflexión, la
ecuanimidad y la crítica, dejándose arrastrar por la voracidad del rating y el
mercadeo político en el que todo vale. Imposible desvincular el envilecimiento
de la carrera por la presidencia de la principal potencia del planeta de otras
formas de bajeza en la que han comenzado a incurrir sagradas instituciones del
establecimiento cultural. El Nobel pasa por su peor momento. Europa se
encuentra asediada por el expansionismo talibán, mientras sus gobiernos caen
presa del saqueo político más indecoroso. Son malas, muy malas señales que
manifiestan el desconcierto y el extravío de una cultura que parece avanzar
hacia su decadencia.
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