¿Qué
hacer con las FAN?
"El éxito no está asegurado por
nuestro solo mérito,
sino que depende mucho de la gente
que combate a nuestro lado"
Anatole France
Por
Luis Betancourt Oteyza
Twitter: @luisgbetancourt
Soy de los que he opinado, y opino,
que la Institución Militar es indispensable en nuestra nación. No voy a entrar
en que es consustancial a nuestra historia porque aborrezco esa tesis que
desconoce los aportes y sacrificios de tantos y tan destacados civiles en el
proceso de nuestra formación republicana. Nuestro primer Congreso Constituyente
de 1811 estuvo preñado de personalidades de la Sociedad Civil y muy pocos
miembros de la Milicia y profesionales de las armas. La actuación de los
civiles en esa declaración consagrada el 5 de julio, nuestra Acta de
Independencia, redactada por el abogado Juan Germán Roscio y votada por sus
pares, así lo testimonia. Como también hay crónica suficiente de las valerosas
gestas de nuestros hombres de armas de entonces en la defensa de la naciente
república.
La lucha fue a muerte, como sentenció
Simón Bolivar mucho después que se había declarado y desarrollado. La Provincia
de Venezuela perdió en esa guerra civil la mitad de su población y casi la
totalidad de su ganado, vacuno y caballar, única riqueza con algunas siembras
de tabaco y minería de entonces. Nuestros incipientes soldados, nutridos de
civiles decididos, algunos salidos de seminarios y escuelas, dieron todo de sí
para crear nuestra nación, y lo lograron; a un enorme costo personal, familiar
y social. Primero fueron los criollos y mantuanos, luego con los llaneros
rescatados de las hordas de Boves por el verdadero fundador de Venezuela: el
General en Jefe José Antonio Páez, el "Catire Páez". Sumaron todos su
sudor y su sangre en la causa de la libertad que floreció en Carabobo en 1821,
para luego culminar en 1830 con el formal nacimiento de la República de
Venezuela.
Así fue, y así será la historia que
nos toca hoy contra la dominación castrocomunista que nos ha ahejorrado por
obra de un demagogo traidor, que se
entregó a Fidel Castro movido por el resentimiento social y el odio a nuestra
sociedad, no obstante a que cursó en nuestra Academia Militar de Venezuela con
el auspicio y soporte de oficiales, respetuosos de la ley y de su compromiso
republicano, y que fueron burlados y traicionados por el subalterno felón, Hugo
Chávez Frías.
De esa pesadilla que comenzó la
madrugada del 4 de febrero de 1992, se quiere responsabilizar exclusivamente a
los militares, sin reparar en los variopintos civiles que los acompañaron antes
y durante; de todas las ideologías, para ser generoso con algunos, y
aventureros de nuestra sociedad civil. Testimonio de lo que digo está en las
crónicas de la prensa de entonces que recogieron la noticia de abogados,
arquitectos, maestros, etc., pendencieros tradicionales que llevaron su
insensatez a los extremos del ridículo, sin saber que servían al tirano más
longevo del Caribe, Fidel Castro Ruz. Además, esa intentona, y su secuela del
27 de noviembre del mismo año, fracasada en lo militar y luego gananciosa en lo
político y electoral, fue fraguada durante tres presidencias civiles, advertida
por jefes militares responsables, como los generales Peñaloza y Heinz, sin que sus
comandantes, civiles y militares, los atendieran debidamente.
Dentro de las más sana teoría
republicana, los hombres de armas, los militares, están bajo la dirección y
control de las autoridades civiles; no son deliberantes y deben obediencia al
poder civil, pero la contraprestación real debe ser que tienen que estar
atendidos, dirigidos y bajo el control de esos mandos civiles republicanos, si
no, no puede haber responsabilidad subalterna solamente. Lo uno lleva a lo
otro. Nuestra legislación hace responsable a los empleados de sus actos pero a
sus patronos de su omisión en el control de sus conductas, pues están
subordinados a los jefes. Si ocurre una infidelidad de los subalternos, los
superiores son responsables de su falta de control, al menos de su negligencia
en el mando. Por eso se castiga el comandante de una unidad armada si es
despojado ilegalmente de su mando, pero ese castigo no debe limitarse sólo al
mundo militar, lo contrario es injusto y no equitativo.
El alzamiento del 18 de octubre de
1945 fue obra de la Unión Patriótica Militar, luego aliada con AD, pero también
culpa de la ceguera y tozudez del General Isaias Medina, el presidente civil de
entonces; no atendió las advertencias de sus consejeros civiles y militares
porque no las creyó y se confió, a pesar de los síntomas de descontento y
conspiración que resultaron a posteriori evidentes. Igual podemos decir de la
soberbia de Carlos Andrés Pérez y de Jaime Lusinchi, advertido este último con
la "noche de los tanques", y después privados de actuar en resguardo
de las instituciones por cálculo político subalterno.
Lo mismo cabe sobre la penetración
comunista en las filas de nuestras FAN que muchos veían como un hecho
folklórico o estimulante, en ese ambiente donde más de cien civiles, artistas e
"intelectuales", celebraron en carta pública la visita del
sanguinario dictador cubano con ocasión de la "coronación" de CAP
para recibir su segundo mandato; las defensas se habían abandonado porque para
muchos políticos y empresarios era buena la moda del izquierdismo castrista.
Hoy, con nosotros, algunos lloran con amargas lágrimas de sangre.
Todo lo anterior lo refiero porque en
este país de memoria intencionalmente precaria todos tenemos algo que recordar
para entender la tragedia que nos abate, y no culpar sólo a algunos
venezolanos, sean políticos, militares, sindicalistas, curas o empresarios. Si
queremos reconstruir la patria y salvar el futuro, nos necesitamos todos, en
especial los más dispuestos.
En el transcurso de esta tragedia que
vivimos, he oído a venezolanos serios y cultos proponer que cuando alcancemos
la libertad y la democracia debemos prescindir de las FAN, y eso a mí me parece
un error rayano en el disparate, por razones que no voy a desplegar aquí, pues
es materia para un debate aparte y único, con seriedad y buena fe, pero sí voy a advertir que no existe país civilizado
en el mundo, que se repute independiente ni recueste a otro, que no tenga sus
fuerzas militares. Existen reinos y repúblicas en Europa, Asia y América que
hacen gala de ello; algunos dotados de muy necesarias, eficientes y entrenadas
fuerzas, otros más de oropel, pero todos muy orgullosos de sus armas
profesionales; quizás por ello en las atribuladas y subdesarrolladas naciones
del África todavía primitivo, ni hay estados ni tienen ejércitos bien formados.
No podemos africanizarnos más de lo que nos ha acontecido por culpa del
chavismo.
Hoy los venezolanos estamos en
rebelión definitiva contra una cúpula de criminales que han capturado la
dirección del poder público, a excepción del legislativo, y lo ejercen para
ejecutar toda clase de delitos, mientras sirven de anfitriones celestinos al
invasor cubano. Nunca imaginamos que íbamos a sufrir esta vergüenza, y menos de
la mano de quienes fueron formados para defender nuestra soberanía nacional; la
traición del ex teniente coronel Chávez no ha ocurrido en otro país en toda la
historia moderna. Ni siquiera la dictadura del General Velazco Alvarado en el
Perú llegó a los extremos de postración, entreguismo y traición que registra la
gestión de nuestro sátrapa barinés. No sé qué excusa pueden enarbolar sus
compañeros de intentona como Arias Cárdenas, Valderrama y los otros cuando
comprueban los niveles de entrega de la patria al castrocomunismo cubano de
nuestros recursos y voluntades. Ojalá alguno de ellos responda a esta
interrogante, como político y como militar, algún día en el futuro cercano de
nuestra liberación. Pero, digresión aparte, volvamos a lo urgente, a nuestra
verdad.
Hemos repetido, con ocasión y sin
ella, que nuestra salida no es militar pero que no alcanzaremos la salida sin
la incorporación de nuestros militares a
la lucha libertaria de ahora y siempre. Debemos recordar sin mezquindad que
gracias a aquellos jóvenes que se alzaron en la entonces Escuela Militar el 23
de enero de 1958 los venezolanos accedimos a la vida democrática; de la mano de
una Junta Militar primero y luego de Gobierno, con la incorporación de dos
eminentes civiles, como debe ser. Y que en el transcurso de los 40 años, bajo
la dirección férrea y responsable de civiles como Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, al principio,
fue nuestra juventud militar la que supo enfrentar los embates de las
conspiraciones de retardatarios e infiltrados, y más tarde de los agentes castrocomunistas
de la extrema izquierda al servicio del tirano Fidel. Sin la sangre derramada
por nuestros soldados y oficiales en el combate de las guerrillas guevaristas
no hubiéramos vivido en libertad y democracia esos lejanos ya 40 años de
nuestra reciente historia.
Por todo lo anterior, no puedo
entender ese mensaje lleno de complejos ajenos de quienes recomiendan el
imposible de derrocar la satrapía de Maduro sin la incorporación a nuestras
fuerzas de la juventud militar; que debemos salir exclusivamente por la ya frustrada
vía electoral para no deberle al mundo militar venezolano su lugar necesario. Nuestros
militares tiene un puesto en nuestra barricada de hoy, y de mañana, y ojalá lo
ocupen pronto para que sean parte de la solución y, sobre todo, de nuestro
futuro, como les corresponde. Una solución, sin nuestra juventud militar de
hoy, no será solución; no contará con su compromiso vital y será de una
fragilidad inviable.
Los políticos que quieren hoy surgir
a costillas de nuestra crisis, ya existencial, que no entiendan esta verdad no
son confiables ni contribuyen al esfuerzo común por lograr la libertad y la
reconquista de nuestra soberanía. Antes del llamado de la Asamblea Nacional del
13 de octubre de 2016 a las FAN de contribuir a reconstituir el hilo
constitucional -lo que no pueden hacer sin un pronunciamiento contra Maduro-,
escuchábamos con desagrado y desconcierto advertir que "lo peor que nos puede pasar es un golpe (militar)", o
clamar que "no hay golpe bueno",
no obstante la experiencia partidaria del 18 de octubre de 1945, y la nuestra
del 23 de enero del 58, con sus consecuencias libertarias antes reseñadas. Al
fin han callado sus impertinencias y entendido que todos somos necesarios para
recuperar la patria.
Nuestra gesta requiere de todos,
nadie sobra y muchos hacen falta; la soberbia e inmadurez nos ha costado muchas lágrimas desde hace mucho y es hora de sumar
¡Qué viva toda nuestra juventud! ¡Dejémosles hacer lo nuevo y no les pongamos
límites nacidos de nuestros complejos atávicos! Recordemos con Andrés Eloy
Blanco que "el militarismo es el resultado de la carencia de verdaderos militares"
y agregaría yo ¡Que nadie separe a nuestros jóvenes entre civiles y militares
porque su gesta y misión es una, como una es la patria!
Caracas, 26 de mayo de 2017 Luis Betancourt Oteyza
@luisgbetancourt