viernes, 26 de mayo de 2017

¿Qué hacer con las Fuerzas Armadas Nacionales?



¿Qué hacer con las FAN?

  "El éxito no está asegurado por nuestro solo mérito,
sino que depende mucho de la gente que combate a nuestro lado"


Anatole France

Por 

  
Luis Betancourt Oteyza

Twitter: @luisgbetancourt 


 



Soy de los que he opinado, y opino, que la Institución Militar es indispensable en nuestra nación. No voy a entrar en que es consustancial a nuestra historia porque aborrezco esa tesis que desconoce los aportes y sacrificios de tantos y tan destacados civiles en el proceso de nuestra formación republicana. Nuestro primer Congreso Constituyente de 1811 estuvo preñado de personalidades de la Sociedad Civil y muy pocos miembros de la Milicia y profesionales de las armas. La actuación de los civiles en esa declaración consagrada el 5 de julio, nuestra Acta de Independencia, redactada por el abogado Juan Germán Roscio y votada por sus pares, así lo testimonia. Como también hay crónica suficiente de las valerosas gestas de nuestros hombres de armas de entonces en la defensa de la naciente república.

La lucha fue a muerte, como sentenció Simón Bolivar mucho después que se había declarado y desarrollado. La Provincia de Venezuela perdió en esa guerra civil la mitad de su población y casi la totalidad de su ganado, vacuno y caballar, única riqueza con algunas siembras de tabaco y minería de entonces. Nuestros incipientes soldados, nutridos de civiles decididos, algunos salidos de seminarios y escuelas, dieron todo de sí para crear nuestra nación, y lo lograron; a un enorme costo personal, familiar y social. Primero fueron los criollos y mantuanos, luego con los llaneros rescatados de las hordas de Boves por el verdadero fundador de Venezuela: el General en Jefe José Antonio Páez, el "Catire Páez". Sumaron todos su sudor y su sangre en la causa de la libertad que floreció en Carabobo en 1821, para luego culminar en 1830 con el formal nacimiento de la República de Venezuela.

Así fue, y así será la historia que nos toca hoy contra la dominación castrocomunista que nos ha ahejorrado por obra de un demagogo traidor,  que se entregó a Fidel Castro movido por el resentimiento social y el odio a nuestra sociedad, no obstante a que cursó en nuestra Academia Militar de Venezuela con el auspicio y soporte de oficiales, respetuosos de la ley y de su compromiso republicano, y que fueron burlados y traicionados por el subalterno felón, Hugo Chávez Frías.

De esa pesadilla que comenzó la madrugada del 4 de febrero de 1992, se quiere responsabilizar exclusivamente a los militares, sin reparar en los variopintos civiles que los acompañaron antes y durante; de todas las ideologías, para ser generoso con algunos, y aventureros de nuestra sociedad civil. Testimonio de lo que digo está en las crónicas de la prensa de entonces que recogieron la noticia de abogados, arquitectos, maestros, etc., pendencieros tradicionales que llevaron su insensatez a los extremos del ridículo, sin saber que servían al tirano más longevo del Caribe, Fidel Castro Ruz. Además, esa intentona, y su secuela del 27 de noviembre del mismo año, fracasada en lo militar y luego gananciosa en lo político y electoral, fue fraguada durante tres presidencias civiles, advertida por jefes militares responsables, como los generales Peñaloza y Heinz, sin que sus comandantes, civiles y militares, los atendieran debidamente.

Dentro de las más sana teoría republicana, los hombres de armas, los militares, están bajo la dirección y control de las autoridades civiles; no son deliberantes y deben obediencia al poder civil, pero la contraprestación real debe ser que tienen que estar atendidos, dirigidos y bajo el control de esos mandos civiles republicanos, si no, no puede haber responsabilidad subalterna solamente. Lo uno lleva a lo otro. Nuestra legislación hace responsable a los empleados de sus actos pero a sus patronos de su omisión en el control de sus conductas, pues están subordinados a los jefes. Si ocurre una infidelidad de los subalternos, los superiores son responsables de su falta de control, al menos de su negligencia en el mando. Por eso se castiga el comandante de una unidad armada si es despojado ilegalmente de su mando, pero ese castigo no debe limitarse sólo al mundo militar, lo contrario es injusto y no equitativo.

El alzamiento del 18 de octubre de 1945 fue obra de la Unión Patriótica Militar, luego aliada con AD, pero también culpa de la ceguera y tozudez del General Isaias Medina, el presidente civil de entonces; no atendió las advertencias de sus consejeros civiles y militares porque no las creyó y se confió, a pesar de los síntomas de descontento y conspiración que resultaron a posteriori evidentes. Igual podemos decir de la soberbia de Carlos Andrés Pérez y de Jaime Lusinchi, advertido este último con la "noche de los tanques", y después privados de actuar en resguardo de las instituciones por cálculo político subalterno.

Lo mismo cabe sobre la penetración comunista en las filas de nuestras FAN que muchos veían como un hecho folklórico o estimulante, en ese ambiente donde más de cien civiles, artistas e "intelectuales", celebraron en carta pública la visita del sanguinario dictador cubano con ocasión de la "coronación" de CAP para recibir su segundo mandato; las defensas se habían abandonado porque para muchos políticos y empresarios era buena la moda del izquierdismo castrista. Hoy, con nosotros, algunos lloran con amargas lágrimas de sangre.

Todo lo anterior lo refiero porque en este país de memoria intencionalmente precaria todos tenemos algo que recordar para entender la tragedia que nos abate, y no culpar sólo a algunos venezolanos, sean políticos, militares, sindicalistas, curas o empresarios. Si queremos reconstruir la patria y salvar el futuro, nos necesitamos todos, en especial los más dispuestos.

En el transcurso de esta tragedia que vivimos, he oído a venezolanos serios y cultos proponer que cuando alcancemos la libertad y la democracia debemos prescindir de las FAN, y eso a mí me parece un error rayano en el disparate, por razones que no voy a desplegar aquí, pues es materia para un debate aparte y único, con seriedad y buena fe, pero sí  voy a advertir que no existe país civilizado en el mundo, que se repute independiente ni recueste a otro, que no tenga sus fuerzas militares. Existen reinos y repúblicas en Europa, Asia y América que hacen gala de ello; algunos dotados de muy necesarias, eficientes y entrenadas fuerzas, otros más de oropel, pero todos muy orgullosos de sus armas profesionales; quizás por ello en las atribuladas y subdesarrolladas naciones del África todavía primitivo, ni hay estados ni tienen ejércitos bien formados. No podemos africanizarnos más de lo que nos ha acontecido por culpa del chavismo.

Hoy los venezolanos estamos en rebelión definitiva contra una cúpula de criminales que han capturado la dirección del poder público, a excepción del legislativo, y lo ejercen para ejecutar toda clase de delitos, mientras sirven de anfitriones celestinos al invasor cubano. Nunca imaginamos que íbamos a sufrir esta vergüenza, y menos de la mano de quienes fueron formados para defender nuestra soberanía nacional; la traición del ex teniente coronel Chávez no ha ocurrido en otro país en toda la historia moderna. Ni siquiera la dictadura del General Velazco Alvarado en el Perú llegó a los extremos de postración, entreguismo y traición que registra la gestión de nuestro sátrapa barinés. No sé qué excusa pueden enarbolar sus compañeros de intentona como Arias Cárdenas, Valderrama y los otros cuando comprueban los niveles de entrega de la patria al castrocomunismo cubano de nuestros recursos y voluntades. Ojalá alguno de ellos responda a esta interrogante, como político y como militar, algún día en el futuro cercano de nuestra liberación. Pero, digresión aparte, volvamos a lo urgente, a nuestra verdad.

Hemos repetido, con ocasión y sin ella, que nuestra salida no es militar pero que no alcanzaremos la salida sin la incorporación de nuestros  militares a la lucha libertaria de ahora y siempre. Debemos recordar sin mezquindad que gracias a aquellos jóvenes que se alzaron en la entonces Escuela Militar el 23 de enero de 1958 los venezolanos accedimos a la vida democrática; de la mano de una Junta Militar primero y luego de Gobierno, con la incorporación de dos eminentes civiles, como debe ser. Y que en el transcurso de los 40 años, bajo la dirección férrea y responsable de civiles como  Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, al principio, fue nuestra juventud militar la que supo enfrentar los embates de las conspiraciones de retardatarios e infiltrados, y más tarde de los agentes castrocomunistas de la extrema izquierda al servicio del tirano Fidel. Sin la sangre derramada por nuestros soldados y oficiales en el combate de las guerrillas guevaristas no hubiéramos vivido en libertad y democracia esos lejanos ya 40 años de nuestra reciente historia.

Por todo lo anterior, no puedo entender ese mensaje lleno de complejos ajenos de quienes recomiendan el imposible de derrocar la satrapía de Maduro sin la incorporación a nuestras fuerzas de la juventud militar; que debemos salir exclusivamente por la ya frustrada vía electoral para no deberle al mundo militar venezolano su lugar necesario. Nuestros militares tiene un puesto en nuestra barricada de hoy, y de mañana, y ojalá lo ocupen pronto para que sean parte de la solución y, sobre todo, de nuestro futuro, como les corresponde. Una solución, sin nuestra juventud militar de hoy, no será solución; no contará con su compromiso vital y será de una fragilidad inviable.

Los políticos que quieren hoy surgir a costillas de nuestra crisis, ya existencial, que no entiendan esta verdad no son confiables ni contribuyen al esfuerzo común por lograr la libertad y la reconquista de nuestra soberanía. Antes del llamado de la Asamblea Nacional del 13 de octubre de 2016 a las FAN de contribuir a reconstituir el hilo constitucional -lo que no pueden hacer sin un pronunciamiento contra Maduro-, escuchábamos con desagrado y desconcierto  advertir que "lo peor que nos puede pasar es un golpe (militar)", o clamar que "no hay golpe bueno", no obstante la experiencia partidaria del 18 de octubre de 1945, y la nuestra del 23 de enero del 58, con sus consecuencias libertarias antes reseñadas. Al fin han callado sus impertinencias y entendido que todos somos necesarios para recuperar la patria.

Nuestra gesta requiere de todos, nadie sobra y muchos hacen falta; la soberbia e inmadurez nos ha costado muchas lágrimas desde hace mucho y es hora de sumar ¡Qué viva toda nuestra juventud! ¡Dejémosles hacer lo nuevo y no les pongamos límites nacidos de nuestros complejos atávicos! Recordemos con Andrés Eloy Blanco que "el militarismo es el resultado de la carencia de verdaderos militares" y agregaría yo ¡Que nadie separe a nuestros jóvenes entre civiles y militares porque su gesta y misión es una, como una es la patria!

Caracas, 26 de mayo de 2017                       Luis Betancourt Oteyza

@luisgbetancourt  

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