¿Bastará
ese 85% de desencantados, indignados y mortales enemigos de la
dictadura socialista venezolana como para desterrar de nuestra sociedad
toda veleidad socializante y comprender, de una vez por todas, que el
socialismo es la inevitable vía hacia la dictadura, el fracaso, la ruina
y la devastación? ¿O ya habrá quienes aseguren que ni Castro, ni
Allende, ni Chávez, ni Ortega, ni Correa, ni Evo Morales, ni Lula, ni
Dilma, ni Nestor y Cristina Kirchner, ni Michelle Bachelet son o han sido socialistas, que tampoco lo eran Stalin, Mao, Ho Chi Mihn y Kim Il Sung,
que el socialismo es puro y casto como una paloma y que hay que volver a
insistir por la trillada senda del fracaso del socialismo devastador?
Antonio Sánchez García
Twitter: @sangarccs
He
vivido de primera mano dos revoluciones: la chilena de la Unidad
Popular y la venezolana de Hugo Chávez. Fueron dos desastres. La de
Cuba, bajo cuya influencia se desarrollaran las dos anteriores,
ha sido posiblemente la más desastrosa. Ni Cuba, ni Venezuela ni Chile
vivieron bajo los gobiernos impuestos por las mencionadas revoluciones
una sola mejora en sus condiciones económicas y sociales. Fueron
estruendosos fracasos. Y como si con la devastación económica provocada
no hubiera bastado, terminaron recubiertas por un baño de sangre. Cual
más cual menos, experimentos de ingeniería social que constituyeron
terribles mutilaciones. Como todas las revoluciones socialistas del
siglo XX, con la media excepción de China, que supo liberarse de la
maldición del fracaso echando por la borda las pretensiones marxistas y
asumiendo una vía de desarrollo subordinado a la economía de mercado: un capitalismo de Estado en el marco de una dictadura desarrollista implac able. Acomodada al mercantilismo de la globalización.
Detrás
de esos fracasos manifiestos, crueles y sangrientos, que se han saldado
con decenas y decenas de millones de cadáveres, generaciones amputadas y
esperanzas muertas, cabe preguntarse por la razón de que el socialismo,culpable de los más estruendosos fracasos de ingeniería socioeconómica de la historia de la humanidad,
continúe tan vigente como hace dos siglos. Que países que sufrieron sus
indiscutibles fracasos y vivieron en carne propia el renacimiento de
sus sociedades gracias a la implementación de políticas diametralmente
alternativas, vuelvan a intentar repetir el vía crucis del fracaso, como
movidas por un Sísifo idiota. Y que a pesar de tan abrumadoras pruebas
en contrario, en lugar de seguir transitando la senda del éxito
comprobado, quieran volver a probar de la amarga y letal medicina.
Chile
es un caso paradigmático. Basta comparar sus variables socioeconómicas
con Cuba para concluir con una verdad indiscutible: hacia 1960
compartían en igualdad de condiciones todas dichas variables. Desde el
volumen poblacional hasta el ingreso per capita. Hoy, después de medio siglo, se encuentran en las antípodas. Chile a la cabeza del desarrollo, Cuba a la rastra de Haití y Venezuela Lo
que no impide que el socialismo chileno se niegue a reconocer los
hechos e insista, de la mano del Partido Comunista y del Partido Socialista,
principales responsables del brutal fracaso de la Unidad Popular, en
buscar la presidencia de la república en una tragicómica repetición de
los acontecimientos que desembocaron en el gobierno de la Unidad
Popular, la grave crisis de gobernabilidad suscitada y la inevitable
intervención de las fuerzas armadas.
Lo
mismo sucede en España. ¿Quién habría de hacer entrar en razón a
quienes confían en Pablo Iglesias y creen que será capaz de elevar los
niveles de desarrollo y consumo españoles?
¿Bastará
ese 85% de desencantados, indignados y mortales enemigos de la
dictadura socialista venezolana como para desterrar de nuestra sociedad
toda veleidad socializante y comprender, de una vez por todas, que el
socialismo es la inevitable vía hacia la dictadura, el fracaso, la ruina
y la devastación? ¿O ya habrá quienes aseguren que ni Castro, ni
Allende, ni Chávez, ni Ortega, ni Correa, ni Evo Morales, ni Lula, ni Dilma, ni Nestor y Cristina Kirchner, ni Michelle Bachelet son o han sido socialistas, que tampoco lo eran Stalin, Mao, Ho Chi Mihn y Kim Il Sung,
que el socialismo es puro y casto como una paloma y que hay que volver a
insistir por la trillada senda del fracaso del socialismo devastador?
Lo dijo Einstein y hasta hoy no hay quien lo rebata: sólo el universo y la estupidez son infinitos.
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