DESALOJAR LA
TIRANÍA, DEFENDER LA SOCIEDAD
“En estricto
cumplimiento de los artículos 333 y 350, que hacen
imperativa la rebelión contra un régimen que desconoce la
Constitución vigente y pretende gobernar al margen de la Ley, el pueblo
venezolano ha decidido desconocer a este gobierno espurio e ilegítimo, luchar y
movilizarse hasta obtener su desalojo y proceder a refundar la República, tal
como lo hiciera tras los hechos del 23 de enero de 1958. Es una decisión
irrevocable: obtener el desalojo, constituir una Junta Democrática de Gobierno,
convocar a Elecciones Generales, decidir de la Convocatoria a una Asamblea
Nacional Constituyente y darle renacimiento a la República Democrática de
Venezuela. No hay vuelta atrás. Es la decisión que el pueblo ha asumido.
Debemos respetarla.”
Antonio Sánchez
García
@sangarccs
“ Los enemigos que están frente
a nosotros siguen amenazándonos y no podremos poner término a la guerra con una
reconciliación o una pacificación, sino únicamente en la medida que seamos
efectivamente los vencedores.”
Michel Foucault, HAY QUE
DEFENDER LA SOCIEDAD[1]
La
sociedad venezolana, nuestra sociedad civil, única base y sostén de toda
soberanía, se ha alzado contra el régimen dictatorial que usurpa el Poder y
pretende tiranizarnos. Vaciado de todo poder de legitimación. Estos cincuenta
días de lucha inclemente, sin reposo ni descanso, cada día más creciente,
poderosa y aguerrida, no se ha vivido jamás en Venezuela ni en el resto del
continente. Ni siquiera en el nacimiento de nuestra historia independiente,
librada por pequeñas élites aristocráticas al frente de ejércitos de
combatientes enrolados con promesas ajenas al logro político de la
independencia misma. A lo largo y ancho de nuestro territorio, en todos los
pueblos y ciudades, millones de venezolanos, plenamente conscientes
de sus derechos ciudadanos, han decidido enfrentarse a lo único que sobrevive
del sistema político impuesto hace diecisiete años tras un golpe de estado
triunfante: desalojar del poder político a quienes lo detentan sin otra
legitimidad que la fuerza bruta y el concurso espurio de las armas.
Se
equivoca quien pretenda comparar las luchas por la libertad que estamos
librando los venezolanos, solos, espontanea y libremente, en pleno ejercicio de
nuestros derechos ciudadanos y sin el menor acopio de violencia, con
otras gestas ciudadanas vividas en América Latina en el último siglo. La
dictadura desarrollista de Marcos Pérez Jiménez no fue enfrentada por la
ciudadanía en solitario: cayó por el concurso de una serie de circunstancias
absolutamente ajenas y distintas a las actuales. De las cuales, la pérdida del
respaldo de sus propias fuerzas militares no fue la menos significativa. Su
caída ocurrió en un tiempo relativamente breve y tras un golpe de estado militar.
Tampoco la dictadura de Augusto Pinochet – ni ninguna de las dictaduras
militares del Cono Sur - cayó por el empuje combativo de una aplastante mayoría
opositora que le quitara todo respaldo ciudadano. Al momento de aceptar la
medición electoral, que él mismo había inscrito en su constitución, con fecha y
condiciones para su realización, lo acompañaba un respaldo tanto o más fuerte y
poderoso que el de la oposición democrática y sobre la base de un sistema de
dominación plenamente compartido por el conjunto de las fuerzas políticas y
sociales: sin el concurso de las fuerzas propiamente pinochetistas que
decidieron oponérsele, incluso desde el interior mismo de la Junta Militar de
Gobierno y los partidos de la derecha que le negaran su respaldo, si él lo
hubiera querido hubiera podido mantenerse en el Poder por el tiempo que hubiera
deseado. El pueblo chileno no se alzó contra la dictadura: se adecuó a las
decisiones de su dirigencia política, en perfecto acuerdo con las fuerzas
políticas que respaldaban a la dictadura. Y, repito, respetando el calendario
político incluido en la constitución vigente.
La
decisión del pueblo venezolano de desconocerle y rechaar toda base de
sustentación jurídica y legal y de enfrentar al régimen con una movilización
permanente – esta suerte de guerra larga y prolongada a mano limpia, esta
insurrección pacífica e irreversible en la que estamos implicados y que no
tendrá fin sino con la victoria y el desalojo de la tiranía, en el más puro
estilo gandhiano – ha cubierto todos los pasos constitucionales de rigor. No es
un golpe de Estado: es una rebelión, una insurrección popular, que se nutre, se
dirige y se basta a si misma, expresión pura de la más estricta voluntad soberana.
Al cabo de diecisiete años de sufrir y soportar todos los abusos y violaciones
imaginables, luego de que se le desconociera la victoria electoral de diciembre
del 2015, se le negara el derecho a realizar un Referéndum Revocatorio en el
2016 y se le cerrara toda salida electoral y todo acuerdo político en el 2017,
desconociendo la tiranía incluso la suprema autoridad papal, ha optado por
asumir una responsabilidad histórica en el más puro estilo de las tradiciones
libertarias heredadas de nuestra cultura. “¿Quién mató al comendador?
Fuenteovejuna, Señor.”
Las
más recientes movilizaciones realizadas bajo la consigna SOMOS MILLONES,
cumplidas con una asombrosa disciplina y en el mayor respeto al orden público,
ponen de manifiesto la aterradora e irreversible soledad en que se encuentra la
pandilla que usurpa el Poder bajo órdenes, instrucciones y al servicio de un
poder extranjero. El ejército de ocupación combinado de fuerzas armadas
nacionales, militares, policiales y parapoliciales, traidoras a las
determinaciones constitucionales que juraran defender, reforzadas con fuerzas
de ocupación cubanas, la descarda intromisión de la tiranía castrista y la
insólita decisión de un poder absolutamente deslegitimado de perseverar al
mando de un cascarón político vacío, carente de toda soberanía.
En
estricto cumplimiento de los artículos 333 y 350, que hacen
imperativa la rebelión, la insurrección y la revolución contra un
régimen despótico y totalitario que desconoce la Constitución vigente y
pretende gobernar al margen de la Ley, el pueblo venezolano ha decidido
desconocer a este gobierno espurio, ilegítimo y traidor, luchar y movilizarse
hasta obtener su desalojo del invasor y proceder a refundar la República, tal
como lo hiciera tras los hechos del 23 de enero de 1958. Es una decisión
irrevocable: obtener el desalojo, constituir una Junta Democrática de Gobierno,
convocar a elecciones generales, decidir de la convocatoria a una Asamblea
Nacional Constituyente y darle renacimiento a la República Democrática de
Venezuela.
No
hay vuelta atrás. Es la decisión que el pueblo ha asumido. Debemos respetarla.
[1] Michel Foucault, Hay que defender la sociedad, Akal, Madrid, 2003. Pág. 50.
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