lunes, 22 de mayo de 2017

DESALOJAR LA TIRANÍA, DEFENDER LA SOCIEDAD

DESALOJAR LA TIRANÍA, DEFENDER LA SOCIEDAD


“En estricto cumplimiento  de los artículos 333 y 350, que hacen imperativa  la rebelión contra un régimen que desconoce la Constitución vigente y pretende gobernar al margen de la Ley, el pueblo venezolano ha decidido desconocer a este gobierno espurio e ilegítimo, luchar y movilizarse hasta obtener su desalojo y proceder a refundar la República, tal como lo hiciera tras los hechos del 23 de enero de 1958. Es una decisión irrevocable: obtener el desalojo, constituir una Junta Democrática de Gobierno, convocar a Elecciones Generales, decidir de la Convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente y darle renacimiento a la República Democrática de Venezuela. No hay vuelta atrás. Es la decisión que el pueblo ha asumido. Debemos respetarla.” 


Antonio Sánchez García




 @sangarccs 


“ Los enemigos que están frente a nosotros siguen amenazándonos y no podremos poner término a la guerra con una reconciliación o una pacificación, sino únicamente en la medida que seamos efectivamente los vencedores.” 

Michel Foucault, HAY QUE DEFENDER LA SOCIEDAD[1]

            La sociedad venezolana, nuestra sociedad civil, única base y sostén de toda soberanía, se ha alzado contra el régimen dictatorial que usurpa el Poder y pretende tiranizarnos. Vaciado de todo poder de legitimación. Estos cincuenta días de lucha inclemente, sin reposo ni descanso, cada día más creciente, poderosa y aguerrida, no se ha vivido jamás en Venezuela ni en el resto del continente. Ni siquiera en el nacimiento de nuestra historia independiente, librada por pequeñas élites aristocráticas al frente de ejércitos de combatientes enrolados con promesas ajenas al logro político de la independencia misma. A lo largo y ancho de nuestro territorio, en todos los pueblos y ciudades,  millones de venezolanos, plenamente conscientes de sus derechos ciudadanos, han decidido enfrentarse a lo único que sobrevive del sistema político impuesto hace diecisiete años tras un golpe de estado triunfante: desalojar del poder político a quienes lo detentan sin otra legitimidad que la fuerza bruta y el concurso espurio de las armas.
            Se equivoca quien pretenda comparar las luchas por la libertad que estamos librando los venezolanos, solos, espontanea y libremente, en pleno ejercicio de nuestros derechos ciudadanos y sin el menor acopio de violencia,  con otras gestas ciudadanas vividas en América Latina en el último siglo. La dictadura desarrollista de Marcos Pérez Jiménez no fue enfrentada por la ciudadanía en solitario: cayó por el concurso de una serie de circunstancias absolutamente ajenas y distintas a las actuales. De las cuales, la pérdida del respaldo de sus propias fuerzas militares no fue la menos significativa. Su caída ocurrió en un tiempo relativamente breve y tras un golpe de estado militar. Tampoco la dictadura de Augusto Pinochet – ni ninguna de las dictaduras militares del Cono Sur - cayó por el empuje combativo de una aplastante mayoría opositora que le quitara todo respaldo ciudadano. Al momento de aceptar la medición electoral, que él mismo había inscrito en su constitución, con fecha y condiciones para su realización, lo acompañaba un respaldo tanto o más fuerte y poderoso que el de la oposición democrática y sobre la base de un sistema de dominación plenamente compartido por el conjunto de las fuerzas políticas y sociales: sin el concurso de las fuerzas propiamente pinochetistas que decidieron oponérsele, incluso desde el interior mismo de la Junta Militar de Gobierno y los partidos de la derecha que le negaran su respaldo, si él lo hubiera querido hubiera podido mantenerse en el Poder por el tiempo que hubiera deseado. El pueblo chileno no se alzó contra la dictadura: se adecuó a las decisiones de su dirigencia política, en perfecto acuerdo con las fuerzas políticas que respaldaban a la dictadura. Y, repito, respetando el calendario político incluido en la constitución vigente.
            La decisión del pueblo venezolano de desconocerle y rechaar toda base de sustentación jurídica y legal y de enfrentar al régimen con una movilización permanente – esta suerte de guerra larga y prolongada a mano limpia, esta insurrección pacífica e irreversible en la que estamos implicados y que no tendrá fin sino con la victoria y el desalojo de la tiranía, en el más puro estilo gandhiano – ha cubierto todos los pasos constitucionales de rigor. No es un golpe de Estado: es una rebelión, una insurrección popular, que se nutre, se dirige y se basta a si misma, expresión pura de la más estricta voluntad soberana. Al cabo de diecisiete años de sufrir y soportar todos los abusos y violaciones imaginables, luego de que se le desconociera la victoria electoral de diciembre del 2015, se le negara el derecho a realizar un Referéndum Revocatorio en el 2016 y se le cerrara toda salida electoral y todo acuerdo político en el 2017, desconociendo la tiranía incluso la suprema autoridad papal, ha optado por asumir una responsabilidad histórica en el más puro estilo de las tradiciones libertarias heredadas de nuestra cultura. “¿Quién mató al comendador? Fuenteovejuna, Señor.”
            Las más recientes movilizaciones realizadas bajo la consigna SOMOS MILLONES, cumplidas con una asombrosa disciplina y en el mayor respeto al orden público, ponen de manifiesto la aterradora e irreversible soledad en que se encuentra la pandilla que usurpa el Poder bajo órdenes, instrucciones y al servicio de un poder extranjero. El ejército de ocupación combinado de fuerzas armadas nacionales, militares, policiales y parapoliciales, traidoras a las determinaciones constitucionales que juraran defender, reforzadas con fuerzas de ocupación cubanas, la descarda intromisión de la tiranía castrista y la insólita decisión de un poder absolutamente deslegitimado de perseverar al mando de un cascarón político vacío, carente de toda soberanía.
            En estricto cumplimiento  de los artículos 333 y 350, que hacen imperativa  la rebelión, la insurrección y la revolución contra un régimen despótico y totalitario que desconoce la Constitución vigente y pretende gobernar al margen de la Ley, el pueblo venezolano ha decidido desconocer a este gobierno espurio, ilegítimo y traidor, luchar y movilizarse hasta obtener su desalojo del invasor y proceder a refundar la República, tal como lo hiciera tras los hechos del 23 de enero de 1958. Es una decisión irrevocable: obtener el desalojo, constituir una Junta Democrática de Gobierno, convocar a elecciones generales, decidir de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente y darle renacimiento a la República Democrática de Venezuela.
            No hay vuelta atrás. Es la decisión que el pueblo ha asumido. Debemos respetarla.


[1] Michel Foucault, Hay que defender la sociedad, Akal, Madrid, 2003. Pág. 50.

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