martes, 23 de agosto de 2016

La pesadilla de Arturo Uslar Pietri

LA PESADILLA DE ARTURO USLAR PIETRI

¿Alguna extrañeza por la decisión mayoritaria del país de salir a la calle este próximo primero de Septiembre y no volver a casa hasta expulsar de Miraflores al Tonton Macoute que lo usurpa para servirle a sus amos extranjeros? Es lo lógico, es lo racional, es lo humano: ejercer la defensa propia antes que la traición, el hambre y las enfermedades nos dobleguen. Todos a la calle. El 1 de septiembre es el día del renacimiento de Venezuela. ¡Sálvala!





Antonio Sánchez García @sangarccs

            En uno de sus escritos sobre las perspectivas que imaginaba para Venezuela – son tantas sus obras que no recuerdo en cuál de ellas – Uslar Pietri, definiendo la naturaleza informe, invertebrada e invasiva del macrocefálico Estado venezolano y su función asfixiante sobre la iniciativa privada, en la que reconocía al único factor productivo de riqueza de la sociedad contemporánea, se imaginó la más aterradora de ellas: veía a Venezuela, en su peor pesadilla, postrada en una crisis terminal causada por su delirante populismo y sus pobladores reducidos a la más absoluta miseria, echados parasitariamente, semi inconscientes junto a las ubres de la vaca petrolera, ya exangüe y sin poder dar más de si.

            Treinta o cuarenta años después de esa apocalíptica anticipación de nuestra actual tragedia, mientras transito hacia mi casa, veo colas y colas de esos pesadillescos parásitos uslarianos pegados a las ubres de la exangüe vaca petrolera, a ver si el estado, ese ogro filantrópico del que hablaba Octavio Paz, uno de los contemporáneos de Uslar, les tira alguna limosna. Sea para saciar el hambre que ya les devora las entrañas, sea para comerciar con la miseria de sus semejantes. Por sus hábitos y maneras muestran su procedencia ajena al barrio hasta el que se han allegado de madrugada, para limosnear en los predios de la maldecida “burguesía” algo que llevarse al estómago. O a sus bolsillos. Ya se acabó lo que se daba mientras vivía el responsable mayor del parasitismo nacional. Ahora, a mendigar.

            Es una doble pesadilla: la real, que Uslar supo anticipar. Y la del propio Uslar, que llevado más por sus vísceras que por sus involuciones cerebrales, marcando la pauta de un país absolutamente desnortado,  se negó a comprender que el segundo Pérez, al que él, el golpismo al que no le hiciera asco, la izquierda vernácula y la actual dirigencia opositora en pleno le declarara la guerra a muerte, a quien le exigiera su renuncia a la cabeza de esa extraña troupe de golpistas de academia para así evitarle el inevitable golpe de Estado que comenzaba a propiciar no sin cierto escándalo – “el golpe es inevitable”, declaró a los medios poco antes de que se produjera en realidad -  y que terminara prediciendo en un inaceptable profetismo auto cumplido,  se encontraba precisamente tratando de cambiar esos nefastos paradigmas: el centralismo clientelar y estatista, por otros que le abrieran cauce a una sociedad emancipada.

            En un artículo que publiqué el  9 de enero de 2014, comentando el brutal asesinato de Mónica Spear, una ex reina de belleza y su esposo, hice  mención de lo que bien hubiera podido ser la contra propuesta a la pesadilla uslariana, y para lo cual Dios, en una porfiada decisión por hacernos las cosas más fáciles de lo necesario nos diera esa magnífica pero incomprendida oportunidad: “La mayor concentración de Poder y la mayor fortuna jamás vista en la bicentenaria historia republicana de Venezuela, que hubieran permitido no sólo el mantenimiento y la construcción de los mejores hospitales, las mejores escuelas y los mejores establecimientos sanitarios y educativos del hemisferio. Hubieran permitido darle mantenimiento a una infraestructura vial hoy en estado catastrófico, llenar de autopistas al país, modernizar la red vial de nuestras principales ciudades, repotenciar la industria petrolera hasta llegar a la producción anual de seis o más millones de barriles diarios, crear empresas productivas, autoabastecernos de todo lo que la población requiera, crear focos de desarrollo turístico, diversificar nuestra economía y multiplicar aún más nuestros recursos hasta ponernos al nivel de países mediterráneos como España e Italia, y sin ninguna duda situarnos a la cabeza de América Latina.”

            Dos y medio años después de escrita esa reflexión previa a la que llamara “la revolución de febrero”,  la pesadilla uslariana convertida en trágica realidad nacional exhibe sus llagas purulentas y sus tumefactas y agusanadas heridas, casi con desenfado  y atrevimiento, a pesar de lo cual y en una tozuda muestra de traición y entreguismo, el lacayo de los Castro aparta de un manotazo a la pobresía limosnera que reclama lo suyo para mantenerle los subsidios petroleros y monetarios a la tirana cubana, a la que en una abyecta muestra de sumisión insiste en enviarle sus miles de toneladas de petróleo diario y sus miles de millones de dólares anuales.

            ¿Alguna extrañeza por la decisión mayoritaria del país de salir a la calle este próximo primero de Septiembre y no volver a casa hasta expulsar de Miraflores al Tonton Macoute que lo usurpa para servirle a sus amos extranjeros? Es lo lógico, es lo racional, es lo humano: ejercer la defensa propia antes que la traición, el hambre y las enfermedades nos dobleguen.

            Todos a la calle. El 1 de septiembre es el día del renacimiento de Venezuela. ¡Sálvala!

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