LA PESADILLA DE ARTURO USLAR PIETRI
¿Alguna extrañeza por la decisión mayoritaria del
país de salir a la calle este próximo primero de Septiembre y no volver a casa
hasta expulsar de Miraflores al Tonton Macoute que lo usurpa para servirle a
sus amos extranjeros? Es lo lógico, es lo racional, es lo humano: ejercer la
defensa propia antes que la traición, el hambre y las enfermedades nos
dobleguen. Todos a la calle. El 1 de septiembre es el día del renacimiento de
Venezuela. ¡Sálvala!
Antonio Sánchez García @sangarccs
En uno de sus escritos
sobre las perspectivas que imaginaba para Venezuela – son tantas sus obras que
no recuerdo en cuál de ellas – Uslar Pietri, definiendo la naturaleza informe, invertebrada
e invasiva del macrocefálico Estado venezolano y su función asfixiante sobre la
iniciativa privada, en la que reconocía al único factor productivo de riqueza
de la sociedad contemporánea, se imaginó la más aterradora de ellas: veía a
Venezuela, en su peor pesadilla, postrada en una crisis terminal causada por su
delirante populismo y sus pobladores reducidos a la más absoluta miseria,
echados parasitariamente, semi inconscientes junto a las ubres de la vaca
petrolera, ya exangüe y sin poder dar más de si.
Treinta o cuarenta años
después de esa apocalíptica anticipación de nuestra actual tragedia, mientras
transito hacia mi casa, veo colas y colas de esos pesadillescos parásitos uslarianos
pegados a las ubres de la exangüe vaca petrolera, a ver si el estado, ese ogro
filantrópico del que hablaba Octavio Paz, uno de los contemporáneos de Uslar,
les tira alguna limosna. Sea para saciar el hambre que ya les devora las
entrañas, sea para comerciar con la miseria de sus semejantes. Por sus hábitos
y maneras muestran su procedencia ajena al barrio hasta el que se han allegado
de madrugada, para limosnear en los predios de la maldecida “burguesía” algo
que llevarse al estómago. O a sus bolsillos. Ya se acabó lo que se daba
mientras vivía el responsable mayor del parasitismo nacional. Ahora, a
mendigar.
Es una doble pesadilla: la
real, que Uslar supo anticipar. Y la del propio Uslar, que llevado más por sus vísceras
que por sus involuciones cerebrales, marcando la pauta de un país absolutamente
desnortado, se negó a comprender que el
segundo Pérez, al que él, el golpismo al que no le hiciera asco, la izquierda
vernácula y la actual dirigencia opositora en pleno le declarara la guerra a
muerte, a quien le exigiera su renuncia a la cabeza de esa extraña troupe de
golpistas de academia para así evitarle el inevitable golpe de Estado que
comenzaba a propiciar no sin cierto escándalo – “el golpe es inevitable”,
declaró a los medios poco antes de que se produjera en realidad - y que terminara prediciendo en un inaceptable
profetismo auto cumplido, se encontraba
precisamente tratando de cambiar esos nefastos paradigmas: el centralismo
clientelar y estatista, por otros que le abrieran cauce a una sociedad
emancipada.
En un artículo que
publiqué el 9 de enero de 2014,
comentando el brutal asesinato de Mónica Spear, una ex reina de belleza y su
esposo, hice mención de lo que bien
hubiera podido ser la contra propuesta a la pesadilla uslariana, y para lo cual
Dios, en una porfiada decisión por hacernos las cosas más fáciles de lo
necesario nos diera esa magnífica pero incomprendida oportunidad: “La mayor
concentración de Poder y la mayor fortuna jamás vista en la bicentenaria
historia republicana de Venezuela, que hubieran permitido no sólo el
mantenimiento y la construcción de los mejores hospitales, las mejores escuelas
y los mejores establecimientos sanitarios y educativos del hemisferio. Hubieran
permitido darle mantenimiento a una infraestructura vial hoy en estado
catastrófico, llenar de autopistas al país, modernizar la red vial de nuestras
principales ciudades, repotenciar la industria petrolera hasta llegar a la
producción anual de seis o más millones de barriles diarios, crear empresas
productivas, autoabastecernos de todo lo que la población requiera, crear focos
de desarrollo turístico, diversificar nuestra economía y multiplicar aún más
nuestros recursos hasta ponernos al nivel de países mediterráneos como España e
Italia, y sin ninguna duda situarnos a la cabeza de América Latina.”
Dos y medio años después
de escrita esa reflexión previa a la que llamara “la revolución de febrero”, la pesadilla uslariana convertida en trágica
realidad nacional exhibe sus llagas purulentas y sus tumefactas y agusanadas
heridas, casi con desenfado y
atrevimiento, a pesar de lo cual y en una tozuda muestra de traición y
entreguismo, el lacayo de los Castro aparta de un manotazo a la pobresía limosnera
que reclama lo suyo para mantenerle los subsidios petroleros y monetarios a la
tirana cubana, a la que en una abyecta muestra de sumisión insiste en enviarle
sus miles de toneladas de petróleo diario y sus miles de millones de dólares
anuales.
¿Alguna extrañeza por la
decisión mayoritaria del país de salir a la calle este próximo primero de
Septiembre y no volver a casa hasta expulsar de Miraflores al Tonton Macoute
que lo usurpa para servirle a sus amos extranjeros? Es lo lógico, es lo
racional, es lo humano: ejercer la defensa propia antes que la traición, el
hambre y las enfermedades nos dobleguen.
Todos a la calle. El 1 de septiembre
es el día del renacimiento de Venezuela. ¡Sálvala!
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