¿SE CONSUMARÁ NUESTRA TRAGEDIA?
Dios ciega a quienes quiere perder. Para
nuestra infinita desgracia, desde fines de los ochenta hemos sido sus elegidos.
Hoy estamos aquí, ciegos y extraviados. Por nuestra propia culpa. Por nuestra
propia irresponsabilidad
Antonio Sánchez García
@sangarccs
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“Que hablen otros de sus miserias. Yo hablo de
la mía.”
Bertolt Brecht
Uno de los esfuerzos más notables realizados
por un grupo de ex presidentes latinoamericanos y por el Secretario General de
la OEA, Luis Almagro, que constituyeran el primer gran éxito diplomático alcanzado
por las fuerzas democráticas venezolanas tras diecisiete años de infructuosos
esfuerzos, que iba viento en popa y constituía la vía más sólida y definitiva
para llevar al régimen dictatorial de Nicolás Maduro al tribunal de la
historia, comenzando por aplicarle la Carta Democrática y separarlo de la
comunidad de naciones civilizadas del hemisferio, dando un paso inobjetable a
su pronto y legítimo desalojo, fue trágicamente boicoteado e interrumpido,
paralizándolo sine dia. Ante el asombro y el estupor de sus generosos
promotores. Coordinados, por cierto, por uno de los venezolanos más notables e
intelectualmente más dotados de las filas opositoras, el jurista, académico y
político Asdrúbal Aguiar.
Lo trágico no fue que tan loable y trascendental iniciativa fuera boicoteada
por el régimen, que tenía todas las razones para hacerlo: el objetivo declarado
de esa movida de alto ajedrez diplomático – que pondría a Washington, al
Vaticano, a las Naciones Unidas, a la Unión Europea, al MERCOSUR y a todos los
organismos internacionales del planeta – ante el hecho consumado de tener
que retirarle todo su respaldo al régimen castrocomunista que nos abruma y
enajena – era, precisamente, poner entre la espada y la pared al régimen
castrocomunista imperante en Venezuela. Para asombro del sentido común, esa
extraordinaria iniciativa fue boicoteada por la propia oposición venezolana. En
particular por el cogollo de su Mesa de Unidad Democrática, MUD, el llamado
G-4. Y la ilusa colaboración de quienes hubieran debido ser los primeros en
rechazarla, por inmoral e inconducente, ya que cercanos a la principal víctima
y rehén político de la dictadura. Sin contar con la gestión de uno de los
correveidiles del Sr. Zapatero: el inefable Timoteo Zambrano.
¿Cómo explicarse esa voltereta? ¿Cómo
comprender esta falta de consciencia política, de elemental cohesión y esta
veleidad de los principales partidos del establecimiento opositor, que corren
azuzados por su inmediatismo y carencia de visión histórica detrás de una
infantil celada montada por el régimen para zafarse de la tenaza diplomática
que lo asedia y ello con sólo asomar la punta de promesas ilusorias, vacuas y
desnaturalizadas, que hubieran debido ser rechazadas de plano y sin más
trámites por una dirigencia consciente de los altos designios que debieran
signarla? Dios ciega a quienes quiere perder.
Jamás se ha visto en Venezuela negocio más
engañoso y productivo para la dictadura que estas reiteradas convocatorias “al
diálogo”, cuando las circunstancias lo apremian, le estrechan dramáticamente su campo de
maniobra y lo sitúan en la estacada. Un procedimiento tan viejo y socorrido,
que ya debiera haber sido definitivamente excluido del arsenal de iniciativas
políticas opositoras. Por cierto, inauguradas con la celada que nos llevara al
funambulesco Referéndum Revocatorio, que debió celebrarse en el 2003, cuando
correspondía constitucionalmente y todas las condiciones estaban dadas para
sacar del poder al entonces aprendiz de dictador sin mayores trámites, para
terminar teniendo lugar con un año de retraso, el 15 de agosto de 2004, tras la
brutal intervención de la ingeniería política del G2 cubano y sus misiones,
terminando brutalmente trampeado por Hugo Chávez, Jorge Rodríguez y la rectoría
del CNE. Ante la sorda impotencia de la Coordinadora Democrática y la
legitimación de César Gaviria y Jimmy Carter. Obtenerlo todo sin haber arriesgado
nada. Como dice la conseja: si nos estafan una vez, el culpable es el
estafador. Si nos estafan dos veces, los culpables somos los estafados.
Reproduciendo al calco las maniobras
dilatorias de aquella estafa, esta vez han pasado meses valiosos e irrecuperables,
perdidos en esta danza de estúpidos malabares de la estafa y el engaño,
mientras nuestros más populares líderes siguen alucinados detrás de la ilusión
óptica de sentarse a la mesa de entendimientos imposibles. Una pandilla de
forajidos, dirigidos desde las altas esferas de la tiranía cubana, ha podido
muchísimo más que una dirigencia que pudo poner un millón seiscientos mil
venezolanos en las calles de Caracas, si bien sin concretos e inmediatos objetivos políticos que no fueran los de
asomar la potencia virtual que nos respalda. Mientras un burócrata de mala
muerte, que debiera desaparecer del mapa político venezolano pues además de no
ser venezolano representa su hez y su escoria, sigue nariceando a los
responsables de dirigir las jornadas que prometen liberarnos de esta pesadilla.
Como si no hubiera estado claro desde hace años, que a esta dictadura no la
conmueven imposiciones constitucionales.
Yendo a la esencia de este embrollo: echando
por la borda el inmenso capital político obtenido el 6 de diciembre, que nos
entregara el instrumento institucional más poderoso como para, desde él y con
él, enfrentarnos al régimen – pues en esa Asamblea el soberano le ha delegado a
sus representantes la soberanía nacional -, se echa a rodar un proyecto
absolutamente inconducente ante la naturaleza dictatorial y totalitaria del
régimen: el llamado Referéndum Revocatorio. Un instrumento perfectamente justo
y legítimo, que representa el desiderátum de una salida pacífica y
constitucional a la crisis, que beneficiaría a todos los protagonistas de esta
tragedia, incluso a los propios esbirros del castrocomunismo venezolano, pero
absolutamente impracticable ante la aviesa decisión de la satrapía – una
dictadura al servicio de la tiranía cubana y manejada a distancia por ella –
por mantenerse en el Poder a cualquier precio. ¿O quien lo echara a rodar
no sabía que el régimen, con las riendas del CNE en sus manos y un TSJ absolutamente
espurio e ilegítimo, no haría mofa y escarnio de la voluntad revocadora de
nuestras inmensas mayorías? ¿O es que nuestra dirigencia aún no entera de la
naturaleza tiránica de un régimen que burla todas las instancias
constitucionales? ¿No hay constitucionalistas en sus filas, que recuerden la
tradición jurídica que avala el derecho y la obligación a la rebelión, incluso
al tiranicidio, consagrados en todas las declaraciones y constituciones
modernas desde el Renacimiento en adelante? No es necesario ir a la tradición, a
Grocio, a Pufendorf, a Barbeyrac, pero por sobre a Locke y a Rousseau, para
concluir, como lo hace la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su
tercer Considerando, a saber, que es “esencial que los derechos humanos sean protegidos
por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al
supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión.” ¿Es que no se
nos está imponiendo la obligación y el derecho a la rebeldía?
Es la perfecta guerra asimétrica: la razón de
Estado, la mayor inescrupulosidad y el poder aniquilador de las Fuerzas
Armadas, contra el falso idealismo de quienes quisieran freír la tortilla sin
romper los huevos.
3
El precio que comenzamos a pagar, aspiración
ideal de Fidel y Raúl Castro, que llevan medio siglo aspirando a destruir
de cuajo a la Venezuela democrática, debiéramos tenerlo perfectamente claro:
terminar por empujar al Sr. Padrino López y a sus fuerzas armadas, que siguen
guardando un discreto silencio ante las atrocidades cometidas por la dictadura,
a quitarse sus máscaras y desatar un pinochetazo, encarcelar a medio mundo,
asesinar opositores a destajo, cerrar la Asamblea Nacional y llenar los
estadios de dirigentes, artistas, intelectuales, periodistas y miembros de la
sociedad civil opositora. Un 11 de septiembre de 1973 a la venezolana. El Poder
en bruto, pero absolutamente minoritario, contra el Poder absolutamente
mayoritario, pero virtual, estrictamente civil y sin la debida dirección
política.
El montaje de esa tiranía y ese desenlace
sangriento llevan diecisiete años en desarrollo, pudo ser postergado como ultima
ratio del asalto castrocomunista y militarizado al Estado venezolano
ante los altos precios del petróleo, pero ahora, llegada la hora de la verdad y
con esta crisis humanitaria encima, comienza a mostrar sus garras. Tras
estos años de sedicente “democracia participativa”, en la que por insólito que
parezca aún cree el máximo impulsor del Referéndum Revocatorio, Henrique
Capriles –ya asoma la estrambótica tesis de que “la democracia venezolana está
en riesgo” –, luego de haber sentado las bases de la dictadura que hoy
juega con la oposición como el gato con el ratón, un pinochetazo no despertaría
la menor indignación. No sería el producto de un asalto de horas con un
bombardeo de minutos, como los que terminaran con el gobierno y la vida de
Salvador Allende: sería el producto de un chavetazo a cuenta gotas que se le
viene aplicando a Venezuela como un suero de su adormecimiento desde el 4 de
febrero de 1992, ante la insólita complicidad de sus propias víctimas, que ha
ido rebanando la institucionalidad y tradiciones democráticas, en particular
desde la caída de los precios petroleros, como un salchichón en oferta. Desde
hace tres años, bajo la batuta de un colombiano, agente de la tiranía cubana.
Diálogo y darle alas a una propuesta
inconducente: han sido las armas de quienes, sabiéndose al borde del abismo,
jamás creyeran que perderían el respaldo popular y la mayoría en la Asamblea;
que la perdieran abrumadoramente, pero suficientemente hábiles, experimentados,
astutos y canallescos, como para, perdida esa mayoría, hacer que esa nueva
mayoría se disolviera como un trozo de casabe en agua caliente - para usar el
símil con el que Bolívar se burlara del Congresillo de Cariaco. Y perfectamente
al tanto que esa dirigencia opositora no sabría, literalmente, qué hacer con
ese pueblo en rebeldía. Salvo marchas. Y bailoterapia. Nuestra verdadera
tragedia.
A un año de esa impresionante victoria, que
debió haberse saldado con la libertad de todos nuestros presos políticos y el
enjuiciamiento de un usurpador puesto en su cargo violando todas las
disposiciones constitucionales y sin otro currículum que ser agente del G2
cubano y los Castro, hoy estamos con las manos vacías, desconcertados y
consumidos en nuestras propias contradicciones. Se ha cumplido con astronómica
puntualidad la situación que venimos prediciendo desde hace años: la dictadura
no saldrá por medios pacíficos y electorales, como insisten en predicar los
timoratos y pusilánimes de entre nuestros dirigentes. Si acaso, con un
candidato a la presidencia autoproclamado en la mayor inconsciencia del estado
real de nuestra desgracia. De no celebrarse el RR este año, como pareciera el
caso , el régimen dictatorial habrá dado un gran paso hacia su mantenimiento
hasta el 2019. Nosotros otro gran paso hacia el abismo. Es lo que, en toda
lógica política, se ha consumado este jueves pasado: el CNE convierte el expediente
revocatorio en un trozo de casabe en agua hirviente.
Dios ciega a quienes quiere perder. Para
nuestra infinita desgracia, hemos sido sus elegidos. Ciegos y perdedores. Sin
el triunfo de los esclarecidos y el regreso a la verticalidad de nuestros mejores
combatientes – Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado –
dificulto que esa siniestra perspectiva de entronizar la tiranía no llegue a
ser consumada. Que Dios nos auxilie. A ellos y a nosotros.
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