ELECCIONES REGIONALES LA GRAN TRAICIÓN
PARTE 2
El
segundo 19 de abril histórico de nuestra vida republicana. La segunda
Independencia. La gran gesta liberadora del Siglo XXI. Dios está con
nosotros. La verdad y la justicia nos avalan.
Antonio Sánchez García @sangarccs
A Nitu Pérez Osuna @nituperez
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El 14 de abril recién pasado el periodista Antonio María Delgado - adelgado@elnuevoherald.com
- publicó en el Miami Herald que “sacudido por la creciente presión
social, el régimen de Nicolás Maduro está ofreciendo una tregua a la
oposición venezolana, en un pacto secreto que incluiría permitir la
realización de las elecciones regionales este año a cambio de que sus
adversarios enfríen las protestas en la calle y dejen de acusarle de
propinar un autogolpe.”
Además
de ser un periodista extraordinariamente bien informado y a quien no
cabe reprocharle intereses particulares en lo que acontece en Venezuela,
la afirmación de Antonio María Delgado ni carece de fundamentos ni
sorprende a quienes venimos protagonizando, analizando y opinando desde
hace dieciocho años sobre los mecanismos de dominación del asalto al
Poder por el golpismo militar y caudillesco venezolano y le grave
división que afecta a la oposición venezolana, responsable de la
carencia de una adecuada estrategia para enfrentar al que su inmensa
mayoría no ha considerado más que como un mal gobierno y frente al cual
prácticamente la unanimidad de sus miembros consideran perfectamente
superable mediante elecciones que vayan disputándole “sus espacios”,
paso a paso y metro a metro, hasta lograr el desiderátum de sus
copamientos y el natural, pacífico y constitucional desalojo del
régimen.
Aquellos
que han prevenido respecto de la naturaleza no sólo dictatorial, sino
tendencialmente totalitaria del proceso incoado por el golpismo
venezolano desde el 4 de febrero de 1992 y más específicamente desde la
conquista del gobierno por Hugo Chávez en 1998, resaltando su
impermeabilidad a las presiones democráticas y su disposición a
entronizarse en el Poder a la manera castrocomunista imperante en Cuba,
han constituido una ínfima minoría, menospreciada y vilipendiada a saco
por los políticos, comunicadores, asesores e ideólogos de los
principales partidos del sistema y carecieron de poder en todos los
partidos del nuevo sistema de dominación. Todos los partidos opositores,
integrados primero en la Coordinadora Democrática y luego en la Mesa de
Unidad Democrática, se han negado durante todos estos años a reconocer
la naturaleza dictatorial del chavismo y se han plegado acríticamente a
su decisión inconmovible de no enfrentarlo sino mediante la
participación en los procesos electorales, rechazando abierta y
decididamente el recurso a los artículos de la Constitución bolivariana
que no sólo permiten la rebelión, sino que la hacen imperativa y
obligante, en caso de que los gobernantes violen sus preceptos, como ha
venido sucediendo sistemáticamente desde la misma instauración del
gobierno. El constitucionaista Asdrúbal Aguiar contó más de cien de
tales violaciones, perfectamente documentadas, muchas de ellas
configurativas de verdaderos golpes de estado a la Constitución. Nadie
pareció tomarlo en serio. Quienes lo hicieron, pasaron a engrosar el
aquelarre de los malditos. Fueron despreciados y marginados como
“radicales” por chavistas y demócratas de consuno.
Acción
Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Avanzada Progresista,
así como el aparato mediático de comunicadores, columnistas y bustos
parlantes que los han secundado generosamente a lo largo de todos estos
años, además de combatir a quienes mantuvieron dichas posiciones, no
titubearon en acoplarse diligentes y obsecuentes a las determinaciones
del ministerio de elecciones en que el régimen convirtiera al CNE. A
todos cuyos miembros se les han vencido sus períodos de vigencia y
ninguno de los cuales corresponde a las mínimas exigencias de la Ley
Electoral, como no pertenecer a partido alguno. Se han conformado con
proveer la quinta rueda: una figura ornamental sin ninguna otra
capacidad ejecutoria que sumarse a los desafueros de la absoluta
mayoría. Negándose a exigir se cumpliera con las determinaciones legales
y constitucionales respecto de sus miembros y su respectiva y necesaria
renovación. Confiados en el progresivo crecimiento de sus fuerzas
electorales ante el sistemático desvalimiento del régimen, que llegaría a
provocar la crisis humanitaria y las matanzas que han dejado un saldo
propio de un conflicto bélico, han esperado por el natural
envejecimiento de la dictadura y su auto implosión. Jamás impugnaron sus
evidentes violaciones ni enfrentaron los fraudes sistemáticos a los que
fuéramos condenados. Como fuera el caso de la derrota presidencial
inducida de Henrique Capriles.
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El
caso que rebalsó toda medida y vino a darle absoluta e irrebatible
razón a los “radicales” , a quienes en una muestra de insólita mengua
intelectual y moral militantes y dirigentes de Primero Justicia
responsabilizaron por la actual conformación del CNE al haber promovido
la abstención del 2005, - lo que además de falaz fue una canallada, pues
contando con la mayoría calificada la actual asamblea ha sido incapaz
de modificarla - fue el olímpico portazo dado a la celebración del
Referéndum Revocatorio. Sin esgrimir una sola razón válida que no fuera
el brutal ejercicio de la voluntad, la amenaza y la violencia del jefe
de gobierno. Principal víctima de ese desplante tiránico fue el pueblo,
pero indirectamente también lo fue Henrique Capriles, principal impulsor
de la iniciativa y quien ya saboreara el amargo cáliz del fraude,
cuando el mismo Maduro le arrebatara fraudulentamente su victoria
electoral del 2013. Las elecciones de fines de ese mismo año supusieron
una derrota opositora, frente a la cual la dirigencia electorera - vale
decir: la MUD y sus partidos hegemónicos - decidieron bajar la testuz,
volverse a casa y prepararse para las elecciones futuras, cualquiera
ellas fueran. El régimen tenía pavimentado el camino, en principio hasta
el 2019. Después, ya veríamos.
Desobedeciendo
ese acuerdo de sumisión incondicional, mediante lo que fue en rigor un
acto de soberanía política y decencia moral, Leopoldo López decidió
apostar a la rebelión, protagonizando espiritual y moralmente al frente
de sus seguidores - no lo pudo ser físicamente ya que el régimen en
castigo a su desacato lo había encarcelado y lo condenaría como ejemplo
emblemático de la muerte en vida que le esperaba a quienes no se
plegaran a la voluntad omnímoda del régimen y sus conscientes o
inconscientes colaboradores - la que he llamado “revolución de febrero”.
El martirologio de medio centenar de jóvenes venezolanos y la soberbia
rebelión protagonizada por el pueblo venezolano a lo largo y ancho del
país, que espantara a la humanidad y terminara por demostrar urbi et
orbi el carácter fascista y totalitario del régimen, permitió un vuelco
de ciento ochenta grados en la correlación de fuerzas. La indignación
popular no pudo ser represada sino con la quiebra de la voluntad de la
MUD facilitada por quienes corrieron a dialogar con el régimen en abril
del 2014, la primera gran traición, - los mismos cuatro partidos
señalados anteriormente - y el llamado a elecciones parlamentarias para
el 6 de diciembre de 2015. La reacción popular fue caudalosa, asombrando
a tirios y troyanos. Y el régimen se vio obligado a aceptar su derrota.
Pero no a reconocer el triunfo o a tolerarlo. De inmediato sacó sus
últimas armas del baúl estratégico del castrocomunismo dictatorial
gobernante: montar un instrumento seudo legal que anulara todas las
decisiones de ese inédito Parlamento nacional, esperar para negarle toda
competencia y en el momento oportuno cerrar sus puertas, encarcelar a
todos sus miembros y gobernar por decretos presidenciales, siguiendo al
pie de la letra el ejemplo de la Ley Habilitante del 23 de marzo de 1933
que le permitió a Hitler gobernar como un monarca absoluto hasta ser
derrotado por los Aliados. Una dictadura sin Dios ni Ley.
Fue
el descomunal error cometido por el dictador. Pues si los asesinatos
del 2014 le habían mostrado al mundo la cara despótica y criminal del
gobierno Maduro, la absurda e írrita decisión de su parapeto legal vino a
confirmar su naturaleza estructuralmente dictatorial, antidemocrática y
totalitaria de su régimen. La revolución de Febrero se continuaba con
la revolución de Abril. En medio de ella nos encontramos.
Prácticamente
caído, Nicolás Maduro no tiene más que dos opciones: volver a recurrir a
su viejo truco electorero y quebrarle el espinazo a la MUD, plegada
esta vez a las gigantescas e inéditas movilizaciones populares que
exigen el desalojo del gobierno y elecciones generales para poder
iniciar la transición hacia la democracia, en franco despliegue
prerevolucionario, ofreciéndole a cambio las regionales, a las que con
casi absoluta seguridad se plegarán los conocidos de siempre que ya
saborearan el néctar de la traición; y aplicar con toda su brutalidad la
represión, la persecución, la golpiza de sus tropas de asalto y el
asesinato de que son perfectamente capaces las tropas de élite que según
firmes rumores están llegado desde Cuba a la rampa 4. Quebrar a los
partidos de la oposición que no terminan por asumir a plenitud la
rebelión contra la tiranía, por un lado; aplastar a la sociedad civil,
por el otro. Una doble tenaza que ya ha comenzado a desplegarse con toda la virulencia e inhumanidad del caso.
El
país se prepara a la gran movilización de mañana, que al parecer nada
ni nadie podrá impedir. Y a la que el dictador - sátrapa parece decidido
a enfrentar así sea al costo de un baño de sangre. Pero esta vez el
mundo no tiene los ojos cerrados. La OEA y la mayoría de las grandes
naciones del continente están expectantes ante los sucesos. Y la inmensa
mayoría del pueblo venezolano parece dispuesta a llegar hasta sus
últimas consecuencias.
El
segundo 19 de abril histórico de nuestra vida republicana. La segunda
Independencia. La gran gesta liberadora del Siglo XXI. Dios está con
nosotros. La verdad y la justicia nos avalan.
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