ELECCIONES REGIONALES: LA GRAN TRAICIÓN
Jamás
las circunstancias fueron más positivas y favorables a la causa de la
Libertad. Huérfano de todo respaldo y carente de medios como para
aumentar aún más la represión y hundirnos en un baño de sangre, situado
entre la espada y la pared, el régimen vuelve a asomar las ofertas de
diálogo y promesas electorales. Pero esta vez no cuenta con su poder de
encantamiento. ¿Logrará arrastrar una vez más a los sectores proto
chavistas que lo han auxiliado en el pasado? Es la gran interrogante del
momento. Henry Ramos Allup, Julio Borges, Manuel Rosales, Henry Falcón y
Freddy Guevara tienen la palabra ¿Traicionarán la causa de Venezuela?
Es la pregunta que domina el escenario nacional.
Antonio Sánchez García
@sangarccs
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Quienes
vivimos desde el interior de la Coordinadora Democrática el descomunal
fraude del 15 de agosto de 2004, que abrió los portones de Venezuela a
la más dolorosa y monumental de sus tragedias, difícilmente podíamos
aceptar un hecho de fatales consecuencias: Chávez había montado un
sofisticado sistema electoral electrónico basado en el engaño y
desconocimiento de la voluntad popular y montado en esa maquinaria,
podría entronizar un régimen dictatorial neo fascista, que le permitiría
reelegirse él y reelegir a los suyos según su suprema voluntad.
Montaría de esa guisa la primera dictadura totalitaria perfectamente
disfrazada de democracia directa en la turbulenta historia de las
dictaduras de América Latina. Aunque necesitaría de dos ingredientes
irremplazables: la tolerancia de la comunidad internacional y la
complicidad de las élites políticas heredadas de la Cuarta República o
nacidas bajo el seno del régimen y prontas a pasar bajo las horcas
caudinas de Tibisay Lucena y Jorge Rodríguez.
Entre
el 2004 y el 2013, fecha de su muerte acaecida en La Habana, pudo
disfrutar de ambos respaldos. Y legarle a su heredero y sucesor, Nicolás
Maduro, la claves maravillosa de dicha maquinaria electrónica. La
gallina de los huevos de oro. Respaldado por los dos secretarios
generales de la OEA - César Gaviria y José Miguel Insulza - y los
sucesivos gobiernos regionales coordinados por la Habana mediante el
Foro de Sao Paulo, se convirtió en el campeón electoral de América
Latina. Bajo la fórmula maravillosa de la legitimidad de origen, pudo
burlarse cuanto quiso de la tristemente célebre “legitimidad de
desempeño”. La fastuosa renta petrolera le permitió comprarse la
voluntad y aquiescencia de todos los poderes, gobiernos, parlamentos y
personalidades internacionales necesarios, desde el ex presidente Jimmy
Carter y su Fundación Carter, generosamente aceitada, a primas donas de
Hollywood como Sean Penn, Danny Glober y Oliver Stone, a los organismos
creados ad hoc - UNASUR, ALBA - para legitimarle el régimen autocrático y
dictatorial que fue montando con la clásica habilidad hitleriana:
desmontando tuercas y pernos del andamiaje que sostenía al sistema de
dominación liberal democrático a vista y paciencia de sus víctimas para
montar un régimen dictatorial plebiscitario. La renta petrolera no sólo
le permitió corromper a la región y poner aliados o alimentar
hambrientos y corruptos gobernantes en la cumbre de las naciones
hermanas - Kirchner en Argentina, Lula en Brasil, Evo Morales en
Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Uruguay, José Manuel
Zelaya en Honduras, sin hablar de las republiquetas caribeñas postradas
a sus pies a cambio de la limosna petrolera -: le permitió mantener
contenta a la población de más bajos recursos, satisfacer la voracidad
de la burguesía mercantilista, pudrir los altos mandos militares,
comprarse todos los medios y cerrar el círculo de la dominación.
Jamás
ocultó su propósito de montar una tiranía idéntica a la
castrocomunista: proclamó urbi et orbi estar conduciendo el país hacia
la isla de la felicidad cubana desde el comienzo mismo de su mandato.
Sin provocar el menor escándalo en una oposición de utilería. Y aclamó
su delirante y enfebrecido amor por el comandante supremo con términos
que, leídos hoy, provocan náuseas: “Navegamos el Carrao. No sé que tiene
Fidel en el dedo, que metió el dedo en el agua desde la curiara lo sacó
y me dijo dieciséis grado, un termómetro, y calculó a pepa de ojo, la
altura de un Tepuy que estaba, y dijo ese Tepuy esta a tres mil
quinientos metros y la altura debe ser de ochocientos y parece que no se
equivocó. Calculó la profundidad exacta por el Caroni, una vez que sale
del Guri y como es que éste echa agua y alimenta a esta otra represa,
cual es la potencia que se disminuye, etc.” Datos que cualquier allegado
puede encontrar en las guías turísticas de cualesquiera de los hoteles
de la región. Ante tanta y tan obscena, escandalosa y dudosa entrega,
Fidel comenzó de inmediato a calcular cuánto cobraría por efecto del
terremoto sentimental que sus poderes de seducción causaban en su
delirante discípulo: “Anoche, hasta las cuatro de la mañana, estaba
calculando cuanto costará un televisor para cada aula de cada escuela
cubana, para que todos los niños tengan acceso a estos servicios
elementales y ¿cuantos maestros Cuba va a tener? y ¿cuanto habrá que
pagarles? A cada uno. Todo eso lo calculábamos, bueno él.” Para
Venezuela, nada. De ese tórrido romance salió el cálculo redondeado:
cinco mil millones de dólares anuales - “ni un centavo más”, agregó
Fidel “que la gente se acostumbra y aburguesa”. Y cien mil barriles
diarios de petróleo. Si hubiera pedido diez o quince mil millones de
dólares, Chávez se los hubiera dado encantado. Ninguna razón para no
dudar que tras de esas palabras y esos besos que le lanzaba al Iluschin
en el que Castro salía de la rampa cuatro, latían deseos indecentes
dignos del Oráculo del Guerrero, su lectura de cabecera favorita. Boris
Izaguirre dixit.
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Por
ese entonces, los descuartizados partidos del viejo sistema político no
terminaban de levantar cabeza. AD, eje hegemónico y vertebral del viejo
sistema, como lo reconoce su máximo líder a quien quiera preguntárselo,
era, literalmente, un basural abandonado. Hubo que poner en alquiler su
mejor anexo para saldar las monstruosas cuentas de teléfono y poder
disponer de un medio con que comunicarse con las otras tribus en
desbandada. Copei no se recuperaría jamás. De todas esas ruinas
surgirían mini reproducciones de los modelos colapsados e
irreparablemente aniquilados, algunos retocados y mejorados, como
Primero Justicia. Pero antes de que pudieran observar el panorama desde
sus reconstruidas casamatas, el régimen había adquirido dimensiones
monstruosas. El cáncer había hecho metástasis y Venezuela era una
dictadura castrocomunista sin compón. Si Chávez no se muere, aún sin los
milagrosos ingresos petroleros, seguiría mandando. La mortal enfermedad
del caudillismo populista carcomió la médula espinal de la otrora
orgullosa y liberadora provincia liberal y democrática. Todas las
instituciones habían sido invadidas y copadas por el chavismo. Las
fuerzas armadas - las mismas que persiguieran, aniquilaran y humillaran a
las invasoras guerrillas castrocomunistas cubanas dirigidas por Ulises
Rosales del Toro, Tomás Menendez “Tomásevich” y Arnaldo Ochoa Sánchez,
entre otros - entre los años 1966 y 1968 - habían terminado
convertidas en guarida de hampones y narcotraficantes sin Dios ni Ley.
Salvo los pozos petroleros, esquilmados, exangües y destrozados, a fines
del 2013 comienzos del 2014 Venezuela no valía un centavo. Se había
cumplido a la letra la pesadilla anunciada de Uslar Pietri - una manada
de bárbaros primitivos y salvajes chupando hambrientos de las ubres de
una vaca horra - y el sueño de Fidel Castro - humillar la Venezuela
heroica hasta convertirla en un estropajo - estaba a punto de cumplirse.
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El
secreto instrumento de esa degradación a los infiernos no fue otro que
una oposición pusilánime, obsecuente e incapaz de asumir la lucha contra
la dictadura por todos los medios que le concede la Constitución -
particularmente los artículos 333 y 350 - dispuesta a cobijarse en el
primer resquicio que le ofreciera el régimen para capear el temporal, en
la no oculta esperanza de esperar a la definitiva extenuación de la
dictadura para recibir sus despojos como premio a su paciencia.
Negándose a reconocer que esa recompensa era completamente ilusoria pues
esa degradación no era solamente el producto de la monumental y feérica
incompetencia de los herederos del fallecido caudillo, un Deus ex
Machina irreemplazable, sino que le era perfectamente útil a la tiranía
castrocomunista perseguida por el chavismo desde su mismo nacimiento y a
cuyo cumplimiento fuera comisionado por Fidel y Raúl Castro en medio de
la agonía del caudillo. Sobre esas ruinas, así argumentaban y continúan
argumentando los sátrapas y cipayos que nos desgobiernan, podría
construirse la sociedad perfecta: Cuba versión número 2. Se lo dijo con
esas mismas palabras el entonces ministro de Planificación Jorge
Giordani al presidente de PDVSA, general Guaicaipuro Lameda al comienzo
mismo del gobierno de Hugo Chávez.
Controlar
electoralmente al país, acomodar a una oposición obsecuente,
discutidora y leguleya en una sección del sistema de dominación - como
hicieran las dictaduras satélites de la Unión Soviética -, mantener un
organigrama electoral de estricto cumplimiento que, además de disfrazar
la dictadura de democracia, permitiera drenar el descontento y mantener
permanente ocupados a los partidos opositores y perseguir y encarcelar a
los disidentes que se negaran a pasar por el aro del régimen: ese fue
el modelo estratégico de dominación mantenido y legado a Nicolás Maduro
antes de su muerte por el mismo Hugo Chávez. Se le cruzaron en el camino
tres imponderables que echaron por tierra ese proyecto y provocaron la
feroz crisis humanitaria y de dominación que hoy sufrimos y nos tiene al
borde de una insurrección popular de incalculables consecuencias: se
derrumbaron los precios del petróleo, Leopoldo López se desmarcó de la
MUD para liderar una auténtica insurrección popular que sacudió el
régimen hasta sus cimientos y desnudó ante el mundo su naturaleza
dictatorial, criminal y totalitaria, viéndose el régimen obligado,
finalmente, a llenar sus mazmorras con perseguidos políticos, incluyendo
al mismo Leopoldo López y Antonio Ledezma. Las fuerzas represivas
militares y paramilitares - como ya es sistema - asesinaron medio
centenar de jóvenes en el curso de las protestas del año 2014 y la
Iglesia terminó por situarse junto a los sectores más duros e
intraficables de la oposición, montando un auténtico muro de contención
espiritual contra la tiranía.
Uno
de los resultados residuales de la conmoción y toma de conciencia
nacional provocada por la llamada SALIDA, fue la imposición de
elecciones regionales en diciembre del 2014, cuyos resultados el régimen
y sus fuerzas armadas se vieron en la obligación de aceptar: la
obtención de la mayoría absoluta por los candidatos de los partidos
opositores y la inmediata conformación de un espurio e inconstitucional
Tribunal Supremo de Justicia con la misión de convertir a la Asamblea
Nacional en un artilugio de utilería, hasta pretender anularlo,
pasándole todas sus atribuciones directamente a Nicolás Maduro. El
clásico golpe de Estado institucional contra la constitución, que
conmoviera a la opinión pública internacional.
Pero
todo ello tuvo lugar en medio de la emergencia de un inesperado
protagonista en el campo internacional: el uruguayo Luis Almagro asumió
la Secretaría General de la OEA, con el claro y definido propósito de
restablecer la vigencia de la Carta Democrática y oponerse frontalmente a
los desafueros dictatoriales del gobierno venezolano. Acompañado en su
labor por otro cambio de consecuencias telúricas: la caída de los
gobiernos del Foro de Sao Paulo, particularmente de Argentina y Brasil,
el ascenso al poder del Perú de un demócrata de corte liberal y el
sacudón que parece arropar a toda la región. Un ciclo, abierto con el
golpe de Estado de Hugo Chávez en 1992 y consolidado con la conquista
electoral del gobierno de Venezuela, llegaba a su fin. Esta vez no eran
los demócratas venezolanos quienes estaban solos. Era el régimen.
Este
año 2017 se ha abierto con el resurgimiento del protagonismo popular y
democrático de las masas venezolanas, que plenamente consciente de la
naturaleza dictatorial del sistema y de su repertorio de trampas y
celadas electorales se niega a volver a someterse a las horcas caudinas
del CNE, ha decidido asumir directamente la conducción de las luchas de
liberación y exigir el desalojo inmediato de la dictadura, la liberación
de los presos políticos y el inicio de la transición hacia la
democracia del Siglo XXI.
Estamos
a un paso de lograrlo. Jamás las circunstancias fueron más positivas y
favorables a la causa de la Libertad. Huérfano de todo respaldo y
carente de medios como para aumentar aún más la represión y hundirnos en
un baño de sangre, situado entre la espada y la pared, el régimen
vuelve a asomar las ofertas de diálogo y promesas electorales. Pero esta
vez no cuenta con su poder de encantamiento. ¿Logrará arrastrar una vez
más a los sectores proto chavistas que lo han auxiliado en el pasado?
Es la gran interrogante del momento. Henry Ramos Allup, Julio Borges,
Manuel Rosales, Henry Falcón y Freddy Guevara tienen la palabra?
¿Traicionarán la causa de Venezuela? Es la pregunta que domina el
escenario nacional.
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