PRESO PERO LIBRE
TESTIMONIO DE UNA INFAMIA
Esa es la causa de Leopoldo López, esa su
circunstancia: la salvación de Venezuela.
Antonio Sánchez García
@sangarccs
A Antonieta Mendoza de López
“Coincido mucho más con ellos en las ideas que con
estos falsos revolucionarios que con lenguaje izquierdista destruyen a su país
después de saquearlo.”
Felipe González
Un juicio tan pervertido y amañado como los que signaron “la justicia
del horror” nacionalsocialista durante los aterradores años del Tercer Reich, decidió,
como Hitler y sus sicarios decidían de
la suerte de millones de judíos escogidos como víctimas mortales de sus
infamias y delirios, Stalin y Mao de los millones de sus víctimas asesinadas en
sus campos de concentración y Castro dejara pudrir en sus mazmorras a quienes
en su momento encabezara Huber Matos en ese via crucis carcelario tan propio
del marxismo leninismo, que Leopoldo López Mendoza debía ser crucificado en vida
en la prisión de Ramo Verde. Luego de las ridículas formalidades de rigor,
testigos falsos y alegatos de una mendacidad inconcebible, los lacayos de
Maduro y Cabello acordaron enterrarlo en una celda a propósito para someterlo a
las más inmundas sevicias, como vaciarle baldes de excrementos a través de los
barrotes, requisarle todos sus escasos bienes, impedirle descansar y humillar a
su madre y a su esposa con las clásicas violaciones a la intimidad femenina propia
de seres pervertidos y rufianes. Pretenden mantener el Poder durante tantos
años más como para condenarlo a catorce años. Es la decisión, son los
propósitos. Por los tiempos que corren, no se saldrán con las suyas.
Dios ciega a los que quiere perder, reza el refranero.
Los ciegos de Miraflores deambulan por sus corredores vacíos mientras escarban
hasta las últimas riquezas. Creyendo que esta vez tendrán la fortuna que no
tuvo Pérez Jiménez. Que podrán gobernar otros cuarenta años, como lo han
logrado los Castro en Cuba. Y que sus pescuezos realizarán el milagro de
retoñar tras recibir el justo castigo del filo de las espadas.
Un juicio desapasionado y
un balance de la situación de las fuerzas enfrentadas no puede menos que concluir
que al sátrapa el tiro le salió por la culata. Tras los 31 meses de cárcel,
Leopoldo está más fuerte, su causa más extendida y sus objetivos democráticos
más enraizados en la sociedad venezolana que cuando le fueran arrebatados sus
derechos ciudadanos. Mientras, Maduro y su régimen se encuentran infinitamente
más debilitados, su autoridad mermada y el rechazo mundial definitivamente
acrecentado en relación al estado en que se encontraba cuando lo encerró. Tras
el asesinato de medio centenar de jóvenes que ofrendaran sus vidas en defensa
de la causa de la libertad propiciada por Leopoldo López, ni el temor ni el miedo
han hecho merma en la voluntad del rechazo nacional e internacional a la
dictadura: el rechazo a Maduro y su régimen ha pasado al odio y las matanzas,
en vez de debilitar, han fortalecido la voluntad contestataria de la ciudadanía
venezolana.
Imposible negar que desde
la cárcel, con su solo ejemplo y su sola presencia, Leopoldo ha continuado
librando y ganando sus verdaderas batallas. Que jamás, exactamente como en el caso
de Antonio Ledezma, Daniel Ceballos y las decenas de restantes presos
políticos, se redujeron a la estricta defensa de sus propias causas, lo que en
absoluto hubiera sido condenable, sino siempre en defensa de la única causa hoy
en cuestión en Venezuela y que atañe a treinta millones de venezolanos: el
ultraje a la Constitución y la sistemática y cruenta violación de los
principios constitucionales y de la libertad ciudadana, así como de la defensa
y la integridad de la Patria humillada y ofendida.
Basta leer esa requisitoria extraordinaria
expresada en ocho páginas de detallada y minuciosa denuncia al régimen dictatorial
y a su principal responsable, el dictador Nicolás Maduro, así como de
reafirmación del respaldo incondicional del diplomático de mayor jerarquía en
el concierto hemisférico – Luis Almagro, Secretario General de la Organización
de Estados Americanos – para comprender la razón de tan porfiada reafirmación
de derecho: la causa de Leopoldo López, como la de Ledezma y Ceballos – los más
emblemáticos y representativos de nuestros presos de conciencia – se confunden
y son una sola y misma con la causa del aherrojado, expoliado y encarcelado
pueblo venezolano. Su encarcelamiento es
el encarcelamiento de una sociedad humillada y ofendida, devastada y destruida.
Su defensa es la defensa de esa Patria, de esa integridad nacional, de esas
tradiciones libertarias. Y sólo un estúpido o un necio puede sostener sin
traicionar la verdad de los hechos, que este régimen agónico se extenderá por
otros 14 años.
Por ello, que nadie se asombre si al cabo de los
meses los carceleros estén encarcelados y los encarcelados, en una prueba de
soberbia y magnífica justicia, asuman la conducción de la República. Pues en
ellos se cumple a plenitud la afirmación del filósofo español: “yo soy yo y mi
circunstancia. Y si no la salvo a ella, no me salvo yo”.
Esa es la causa de Leopoldo López, esa su
circunstancia: la salvación de Venezuela.
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